Buffalo, un fénix preso de sus cenizas

Mathilde Grenod, traducido por Nadia Aït Mhamed
26 Janvier 2015



A lo largo del pasado siglo, Buffalo, antes perla preciosa de la economía americana, ha visto apagarse las últimas luces que iluminaban las cataratas de Niágara a algunos kilómetros a lo lejos. En menos de un siglo, las crisis económicas y el colapso del sector primario han terminado por erradicar todo lo que hacía de Buffalo una de las ciudades más poderosas de los Estados Unidos. No obstante, todavía hay esperanzas, y la ciudad que los comerciantes de pieles franceses del siglo XVIII llamaban “hermoso río” parece alejarse lentamente de un ahogamiento antes considerado inevitable.


Buffalo City Hall - Crédit Mathilde Grenod
Buffalo City Hall - Crédit Mathilde Grenod
Ocupada inicialmente por las tribus indias hasta mediados del siglo XVII, la región de Buffalo fue gradualmente conquistada por los europeos. Fue la causa de numerosos desacuerdos entre los indios, los ingleses, los franceses y los americanos para su apropiación. Por esta razón, los británicos incendiaron la ciudad en 1812. Después de un desarrollo relativamente lento, la ciudad conoció una verdadera explosión económica e industrial a finales del siglo XIX. Buffalo representa pues un punto estratégico para el país, gracias a su infraestructura portuaria e industrial, su superficie de almacenamiento (especialmente de granos, en el Silo District, al sur de la ciudad) y su posición geográfica, a orillas del lago Erie, punto fuerte de la táctica comercial  con el Canadá. La primera mitad del siglo XX ha visto a Buffalo crecer, irradiar, convertirse en una ciudad llena de recursos, dinámica y próspera.  El City Hall, que tiene aspecto de construcción a la manera de Ciudadano Kane, se erige como el corazón de la ciudad, ofreciendo una vista espléndida hasta las cataratas de Niágara. Como anécdota histórica, se terminó la construcción del glorioso City Hall una semana antes del crack bursátil de 1929.

¿El comienzo de un fin?

Además, este primer crack no fue portador de buen augurio para Buffalo. Si bien no le resultó fatal, fue ciertamente a finales de los años 1960 cuando la ciudad fue descrita con los adjetivos “floreciente” y “próspera”. La apertura de la vía marítima del San Lorenzo en 1957, la desindustrialización y el desarrollo del sector terciario, así como las importaciones americanas masivas desde el extranjero afectaron lentamente la que era antaño una de las ciudades más poderosas del país del American Dream.

Cuando paseamos por la ciudad, la gran mayoría de los edificios del centro de la ciudad representan los vestigios de este “época dorada” que conoció Buffalo al principio del siglo XX. Al igual que Detroit, la ciudad fronteriza parece vaciada de sus habitantes, de su energía, de la vida tan intensa que la habitaba antes. El Theatre District en Main Street fue antes el centro neurálgico del entertainment americano, de los espectáculos burlescos que calentaban las frías noches de invierno de los años locos, el epicentro de la vibrante Buffalo durante su periodo de prosperidad. Hoy en día, sus calles parecen casi vacías. Lo cierto es que, el tiempo tuvo que haber influido en algo, especialmente con la reciente tormenta de nieve que ha paralizado la llamada City of Lights, donde el equivalente de más de un año de nevadas ha caído en una semana, causando 13 muertes. Pero esto no es todo. Desde el puente que enlaza el territorio canadiense y los Estados Unidos, no podremos evitar entrever decenas de fábricas antiguas abandonadas y a veces incluso en ruinas. Al lado del puerto, la Silo City, donde se almacenaban los granos en silos inmensos, expone a cielo abierto los restos de lo que antaño constituyó el medio de subsistencia de los habitantes de Buffalo.

El impacto de este lento descenso a los infiernos o de la última crisis económica de 2008 se hace flagrante en lo que concierne a la población. En Buffalo, se puede encontrar muchas personas sin hogar alrededor de la estación y de las grandes arterias, coches de policía en lugares estratégicos, y una alta tasa de desempleo se ha arraigado en la ciudad. La distribución socio-geográfica de la población no es tampoco el fruto del azar. Una larga autovía que rodea la ciudad establece una separación entre el centro de la ciudad relativamente acomodado, el barrio afro-americano al este y el barrio puertorriqueño al oeste, cerca de la frontera canadiense. El motor antes enérgico de Buffalo parece, a primera vista, haberse apagado. 

Una ciudad en vías de recuperación

Pero no seamos tan pesimistas. Como un fénix que renacería de sus cenizas, Buffalo parece despertarse despacio, o quizás nunca se ha dormido realmente. Con un poco más de 261.000 habitantes, su pequeña escala hace que sea una ciudad cálida donde la gente se conoce en persona o por su nombre. También llamada “City of Good Neighbours” (la “ciudad de Buenos vecinos”), Buffalo posee una comunidad y solidaridad fuerte, especialmente durante el período difícil del invierno. Si su coche se atasca en la nieve, no esperaría ni cinco minutos antes de que alguien le preste asistencia. La religión juega también un papel y las numerosas iglesias de Buffalo constituyen la base de una comunidad confesional sólida, especialmente cristiana (más de 232 iglesias, todas las confesiones confundidas).

Concert des chants traditionnels de Pilgrims, église Saint Paul - Crédit Mathilde Grenod
Concert des chants traditionnels de Pilgrims, église Saint Paul - Crédit Mathilde Grenod
El barrio de Allentown y Elmwood representan también el escaparate de un viento nuevo que sopla sobre la actividad de Buffalo, donde florecen cada vez más foodtrucks y restaurantes de consumo local y vegetariano, por lo demás deliciosos: en Ashters, los batidos son cremosos y ¡su ensalada con pavo a la parilla es divina! 

La arquitectura de Buffalo siempre ha sido una de sus riquezas más grandes, de sus primeros parques con fábricas abandonadas convertidas en talleres de artistas o en salas de conciertos. El City Hall, así como la torre del One M&T Plazan, un proyecto del arquitecta Minoru Yamasaki, creador de las torres del World Trade Center en Nueva York, son proezas arquitectónicas que confieren a la ciudad este encanto especial. Durante la explosión económica al principio del siglo XX, un fenómeno de gentrificación hizo florecer un centenar de villas y mansiones erigidas por las grandes y poderosas familias, hoy en día convertidas a menudo en escuelas, salas de recepción u hogares para grandes instituciones. 
Elmwood Street - Crédit Mathilde Grenod
Elmwood Street - Crédit Mathilde Grenod

En otras palabras, Buffalo todavía tiene esperanza. A pesar de los numerosos golpes duros que ha vivido y que todavía vive, la City of Lights (Ciudad de las luces) está en el buen camino para tomar un nuevo aliento. Con sus habitantes cálidos y sus construcciones llenas de historia, la ciudad está plena de promesas y ciertamente en vísperas de una era nueva. Además, aparte de su verano que es conocido por ser uno de los más agradables de los Estados Unidos, es aparentemente la única ciudad del país donde se puede ver una de las más hermosas puestas de sol directamente en desde el lago. Una razón entre tantas otras para ir y visitar la ciudad.  
Downtown Buffalo - Crédit Mathilde Grenod
Downtown Buffalo - Crédit Mathilde Grenod

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