En Siria, la fotografía es una herramienta revolucionaria

Lisa Goursaud, traducido por Aino Lehtonen
4 Janvier 2016



Desde hace cuatro años, y hoy con cada vez mayor intensidad, Siria está en la actualidad. Pero en esta ocasión es la cultura la que asume un papel importante en la escena mediática: el 14 de septiembre pasado, Baraa al-Halibi, un joven sirio, recibió el premio de fotografía Fujarïah en París. Premiado por una instantánea que representa la atrocidad del régimen de Bachar al-Assad, este joven pudo expresarse con una perspectiva cultural sobre el conflicto político y militar. En su discurso al recibir el premio no dejó de recordar que la revolución prosigue. Retrato de un artista y activista.


Crédito Baraa al-Halibi
Crédito Baraa al-Halibi
En 2011, al principio del levantamiento en Siria, Baraa no se dedicaba a la fotografía. Estaba en su primer año de computación en la universidad de Alepo, y la lógica universitaria le dirigía hacia la profesión de ingeniero. Con la cámara de su móvil, el estudiante registraba en imágenes y videos los momentos históricos que vivía. Cuando estalló la revolución, Baraa al-Halabi decidió abandonar los estudios y dedicarse por completo a lo que estaba viviendo su país. Quería desempeñar un papel en la revolución. Por un lado, para dar peso a su combate y por otro, para comprender los acontecimientos con la mayor veracidad posible. Baraa revela lo que los medios de comunicación sirios intentan ocultar: violencia, combates civiles y mucho miedo. Sus conocimientos informáticos le ayudan en su empeño. Él y sus compatriotas utilizan el programa informático Bambuser para difundir las manifestaciones y reuniones en directo en canales internacionales como Al-Jazira Live.

La voluntad de ir en la dirección opuesta

Sin embargo, su dedicación no será sin consecuencias: bajo el régimen de Al-Assad, más de trescientos estudiantes de la universidad de Alepo fueron detenidos el 22 de junio de 2011 por haber participado en manifestaciones – y Baraa forma parte de este grupo de estudiantes. Las acusaciones son las mismas para todos: sabotaje e insultos al presidente. No obstante, el joven sirio tuvo suerte y solamente pasó un mes en la cárcel. Al salir, adoptó el pseudónimo de al-Halabi, “Alepino”, y frecuentaba barrios rebeldes de Alepo. En 2013, compró una videocámara de gama baja. En 2014, obtuvo su primera cámara: una Canon 1100. Se esforzó para aprender la técnica fotográfica por internet, viendo entre otras las fotos de guerra en New York Times o The Independent. Las horas pasadas analizando la composición de la imagen dieron sus frutos, algunos meses más tarde.

Todo avanzó muy rápidamente: un amigo habló de él a la Agencia France-Presse, ésta le contactó y compró sus instantáneas. La foto que lo llevó a ganar el premio Fujaïrah tiene una historia particular. Baraa la tomó el 3 de junio de 2014, el día de la elección presidencial en Siria. Entrando al barrio de Soukkari, un barril de explosivos detonó en una mezquita, creando una espesa niebla de humo y de polvo. Un joven llevaba a su hermana en sus brazos, pidiendo ayuda. Esta escena, inmortalizada por Baraa, representa una ilustración conmovedora de lo que está viviendo la población siria bajo el régimen de Bachar al-Assad: sufrimiento diario del cual hay que liberarse mal que bien para sobrevivir. Baraa no desea ir a Francia para refugiarse, sino quedarse en Siria el máximo tiempo posible – en el país recién clasificado como el país más peligroso del mundo.

Nunca olvidar el sentido de la revolución

De visita en París para la entrega del premio, quiso recordar en su discurso que el terror del régimen sirio ahora se trasmite solamente a través de las fotos, como para recordar también que la ayuda a una población nunca es suficiente frente a su dictador. Su único deseo es proseguir la revolución que ha visto nacer en su país, y que aún considera muy viva. Hoy por hoy, trabaja de foto-reportero freelancer para la AFP. La foto que le valió el premio así como las de otros laureados están expuestas hasta el 11 de octubre en el Instituto del mundo árabe en París. En su discurso, Baraa dedicó su premio al pueblo sirio que está participando en la revolución, como para recordar que no ha sido efímero.

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