Gambia: golpe de Estado fallido y represión sanguinaria

Mathilde Grenod Traducido por Carla Ortuño Güendell
27 Janvier 2015



Después del intento de golpe de Estado llevado a cabo por ex soldados del ejército gambiano contra el presidente Yahya Jammeh el pasado 30 de diciembre, la situación de los gambianos podría cambiar en cualquier momento. Desde el comienzo del 2015, Gambia teme que la ira del líder destruya más este país que tiene un sistema político completamente cerrado. Regreso al problema de una revolución fallida.


Crédit DR
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Nada bueno ocurre en Gambia desde las últimas horas del 2014. En la noche del lunes 29 y el martes 30 de diciembre, antiguos soldados gambianos intentaron dar un golpe de Estado en el palacio presidencial en Banjul, la capital del país, mientras que el presidente Yahya Jammeh estaba en una visita privada en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos. Según fuentes militares gambianas, un comando de siete hombres armados llegó en piragua a Marina Parade, en la cornisa este de Banjul donde se encuentra el palacio presidencial, y abrió fuego a las fuerzas de seguridad presidenciales. Al final el grupo de soldados fue neutralizado. Tres hombres fueron asesinados durante el ataque según un informe no oficial, destacando entre ellos el líder del grupo Lamin Sanneh, un ex capitán y desertor del ejército gambiano. Los otros revolucionarios todavía están a la fuga. 

Según el AFP, los soldados gambianos están llevando a cabo una gran operación de puerta en puerta desde el 2 de enero para interrogar a los civiles e intentar reencontrar a los participantes del golpe de estado. Más de una decena de soldados y civiles fueron detenidos por la National Intelligence Agency (NIA), los servicios de información del país, conocidos por sus métodos implacables y a menudo radicales. El RFI relata que las encuestas llevadas a cabo después del ataque abortado permitieron encontrar en contenedores del puerto de Banjul los planos de ataque del comando revolucionario, al igual que artillería de armas automáticas y explosivos. 

Al regresar a Gambia, el presidente Yahya Jammeh recalcó en su discurso en la televisión nacional la noche del 31, que no se trataba de un golpe de Estado sino de un ataque terrorista de “disidentes basados en Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido, y agregó que “no hubo ninguna participación de parte de las Fuerzas armadas de Gambia en este ataque, fueron verdaderamente leales”. Por su lado, Washington desmintió todo tipo de implicación en la tentativa de derrocamiento del poder: “el gobierno americano no ha tenido ningún rol en los acontecimientos que se produjeron en Banjul” según un representante del departamento de Estado. Yahya Jammeh no olvidó amenazar duramente, sin citar ningún nombre, “a aquellos que preconizan y apadrinan un cambio de régimen por la violencia” porque ellos “lo pagarán caro”. 

Regreso feroz del bastón un día después del golpe de Estado

Parece ser que dicho golpe de Estado fallido es el elemento detonador de un endurecimiento de la política dirigida por el presidente gambiano, ya conocido por gobernar con mano de hierro. 

Las amenazas se extienden a los oponentes políticos pero también a los periodistas y militantes por los derechos humanos. Mientras que la tensión y la suspicacia constantes van en aumento, cuatro soldados gambianos sospechosos de haber formado parte del golpe de Estado se fueron del país y se dirigieron a las autoridades de Guinea Bissau según una fuente del AFP, a pesar de la desmentida presencia en el territorio nacional del gobierno guineo, según un comunicado oficial.  

Una ola de miedo se ha propagado sobre Banjul después del ataque. A pesar de las tentativas del presidente para tranquilizar a los gambianos y alentarlos a retomar su “vida normal”, la ciudad parece haberse apagado con los habitantes de la capital que se quedan escondidos en sus casas y los comercios y los bancos con las puertas cerradas por miedo de represalias. Solo las manifestaciones de apoyo de los funcionarios y ciudadanos gambianos hacia el presidente Janneh que tuvieron lugar ese lunes 5 de enero parecen animar las calles de Banjul, como lo relata el periodista Aisha Dabo en su cuenta de Twitter.

Jammeh, ¿el tirano disfrazado?

La espontaneidad de estas manifestaciones deja lugar a duda. La reputación de Yahya Jammeh va de mal en peor ante otros dirigentes africanos que le atribuyen a veces los rasgos de un tirano, y dispone cada vez menos de aliados en la región. Las repercusiones del golpe de Estado preocupan cada vez más a la comunidad internacional que teme un recrudecimiento de la violencia gubernamental y un control severo sobre las libertades de los gambianos, todo tipo de manifestación en contra del gobierno de Jammeh siendo sistemáticamente reprimida, como lo relata en una entrevista Jibrin Ibrahim, director del Centro por la democracia y el desarrollo en Abuja (Nigeria) por el RFI. 

El presidente autócrata dirige con mano de hierro esta ex colonia británica independiente desde 1965, enclavado en el corazón de Senegal. El ataque del 30 de diciembre no ha sido la única excepción para el presidente: muchas tentativas de golpe de Estado tuvieron lugar cuando él mismo cedió al poder por un golpe de Estado en 1994. Yahya Jammeh va actualmente por su cuarto mandato presidencial de Gambia. 

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