La renta universal finlandesa: ¿un modelo de referencia?

Dimitri Touren, Traducido por Romane Dérible
1 Avril 2016



El primer ministro finlandés Juhä Sipilä la defendía en su programa de campaña: la renta básica recibió la aprobación popular en las últimas elecciones legislativas. En un país muy afectado por el desempleo, los partidos políticos finlandeses llegaron a un amplio consenso sobre esta medida, desde los ecologistas hasta el centro – sólo se opusieron al proyecto los conservadores. Por eso, se va a ensayar la renta básica en algunas regiones del país que han sido especialmente afectadas por el desempleo. Sin embargo, aunque esté cada vez más de moda, la renta básica sigue siendo un verdadero interrogante.


Crédito: Mick Nolan
Crédito: Mick Nolan
En las últimas elecciones legislativas finlandesas, el 19 de abril de 2015, la renta básica recibió la aprobación de la población finlandesa, para quienes era una manera de luchar contra la pobreza y la burocracia, mientras se fomentaría la iniciativa empresarial. La implementación de una renta universal corresponde a una necesidad que los países desarrollados comparten cada vez más: con la globalización y la automatización del trabajo, parece que hay menos garantías de tener un empleo remunerado para gran parte de la población. Esa es la realidad en Finlandia, país que tenía una tasa de paro de un 9.2%  en diciembre de 2015, la más alta desde el 2003. De este modo, las personas que ya no puedan o no quieran trabajar, tendrán una renta fija que les permita cubrir sus necesidades.

¿Continúa la historia?

La automatización de la producción industrial y la disminución de la jornada laboral causadas por la renta básica no son cambios recientes. Se han notado desde el inicio del siglo XIX en Inglaterra, durante la primera revolución industrial. Aparecieron entonces las máquinas de vapor, las de labrar, las de tejido… que causaron violentas protestas, simbolizadas por el ludismo. Los miembros clandestinos de este movimiento de obreros británicos quebraban las máquinas que les reemplazaban, para luchar contra la mecanización de las tareas obreras.

Para los propietarios, la automatización industrial es una forma de garantizar una productividad alta y gastos de funcionamiento reducidos. Por eso continuó la automatización durante las revoluciones industriales siguientes y hoy está llegando a una nueva fase. Debido a la caída del coste marginal de producción y la posibilidad para uno de producir por sí mismo sus objetos propios, especialmente con la impresión 3D, el economista Jeremy Corbyn opina que hemos alcanzado hoy “el eclipse del capitalismo”. La reforma finlandesa  permite resistir a este doble fenómeno, por eso constituye más una alternativa al capitalismo que una verdadera revolución social.

Los beneficios de la renta universal

“¡La renta universal es para los perezosos que no quieren trabajar!” Ese es el cliché al que recurren los detractores de la medida. Sin embargo, si se analizan los varios experimentos que ya se llevaron a cabo, se entiende la oportunidad que representa esta medida. Se implementó la renta incondicional  en la India, en unos pueblos del distrito de Indore. Los resultados  demostraron “un aumento significativo de los gastos de alimentación, en medicamentos y educación, un aumento del ahorro y una reducción del endeudamiento, así como una mejora de la vivienda”.

Además, la renta básica permite a las personas que no trabajan involucrarse en otras actividades asociativas, colaborativas, artísticas… Para gran parte de la población, es una oportunidad para seguir estudiando o prepararse a otras profesiones. Ofrece así una protección frente al aislamiento social que puede conllevar el paro.

¿Una renta universal? ¿Qué renta universal?

Michel Foucault, partidario de una renta básica universal. Crédito: Thierry Ehrmann
Michel Foucault, partidario de una renta básica universal. Crédito: Thierry Ehrmann
La versión liberal se basa en el principio de impuesto negativo. Para Milton Friedman, este método era lo más eficaz, ya que, cuando la gente recibe un sueldo en metálico, sabe mejor que nadie qué hacer con ello, aún más que el Estado. Es un punto de vista que ha recibido un golpe mortal desde la crisis de 2008, tal como las teorías de Milton Friedman sobre el mercado eficiente.

Una versión más social de la renta básica se concentra más en la condición de los individuos y los recursos que tienen para lidiar con el desempleo. Ya no se considera la renta básica  como un instrumento que está al servicio del mercado, sino como un remedio a sus disfunciones. En un mercado laboral donde es improbable que vuelva el pleno empleo, representa una solución para luchar contra la disminución del nivel de vida y la violencia social y simbólica que crea el paro.

La versión marxista, que tiene elementos en común con la anterior, mencionaba la llegada de una sociedad donde sólo las máquinas se encargarían del trabajo y serían la única fuente de riquezas. El conjunto de la humanidad escaparía así la condición de empleado remunerado. Las riquezas, creadas de manera mecánica, se distribuirían en forma de prestaciones universales.

¿Renta universal o reducción de la jornada laboral?

Que sea para dar metálico a la gente en la versión liberal o para protegerla de los daños del mercado en la versión marxista, la renta básica no arregla en absoluto el problema del empleo. De forma caricaturesca, se podría decir que contribuye a mantener un alto nivel de paro, creando así “generaciones de desempleados”.
 

De forma paradójica, la renta básica  podría contribuir a profundizar las desigualdades socioeconómicas. Con la certeza de cobrar una prestación universal, existe el riesgo de que se recorten los sueldos. El proyecto finlandés también respeta esta lógica : el gobierno espera animar a la población a aceptar más fácilmente pequeños empleos precarios, a tiempo parcial o menos pagados. La renta universal podría entonces reforzar las relaciones de dominación entre empleadores y empleados, en detrimento de estos últimos.

Además, tiene una influencia en el aumento de la cantidad de dinero en circulación, uno de los elementos clave de la última crisis. Si es cierto que la renta básica da más poder adquisitivo a los que lo necesitan, la renta básica forma parte de un sistema consumista que va en contra de la protección del medioambiente, la otra gran causa a nivel mundial. Esa parece cada vez más incompatible con la ideología económica dominante que se basa en el crecimiento económico.

La renta básica ofrece una seguridad relativa frente a la pobreza extrema. Sin embargo, el nivel de esa renta debe corresponder al coste de la vida local. A los varios partidos finlandeses les cuesta llegar a un acuerdo sobre este tema, ya que los ecologistas proponían una renta de alrededor de 400€ al mes, la Alianza de Izquierda, una de 600€ y los liberales, una de entre 800 y 1000€. Finalmente, reformar el mercado laboral parece cada vez más necesario. Esta reforma debería garantizar un empleo para todos, sin que aumente el número de empleos precarios, como ocurre en el Reino Unido, ni destruir los esfuerzos para proteger el medioambiente, objetivo que parece irrealista frente a la ideología del crecimiento. Reducir la jornada laboral o garantizar un sueldo de por vida, y no una renta (el sueldo corresponde siempre a un trabajo, aunque no esté vinculado con un empleo) podría ser una solución.

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