Bocina de Paris, bocina de Pondicherry

Guillaume Matuzesky, traducido por Carla Ortuño Güendell
31 Aout 2015


La India es un país poco conocido, más soñado que estudiado. Para descubrirlo, le dieron la ocasión a un estudiante francés de estudiar en el sur del país, en Pondicherry, durante un año. Conmoción de la llegada y primeros descubrimientos.


Crédito : Eledhwen
Al llegar a la India, desde la salida del aeropuerto, se oye el ruido de la calle: antiguos motores, desde luego, pero sobretodo la bocina. De la más aguda, a la sirena de niebla de un buque y la bocina desgastada. La sensación de agresión hacia el peatón desprovisto es al principio inevitable. Pero si se observa con cuidado, otras cosas se destacan.

Soy un estudiante de una gran ciudad francesa, y aquí me encuentro inmerso durante un año de intercambio en la India, en el sur del país, en Pondicherry, Pondichery o Puducherry, por su historia multi-estatal. Regularmente tengo la ocasión de descubrir, a través de algunos reportajes, la comprensión progresiva de una cultura muy alejada del Occidente.

El uso social de la bocina

Crédito : Eledhwen
Antes del gran día, tuve que pasar unas semanas en París, mientras esperaba con incertitud la obtención de la visa. En la capital francesa, la intensidad del uso de la bocina es parecida a la de las calles indias. Para alguien que no es de la capital, sino de la zona rural o del periférico, la bocina se usa principalmente para llamar la atención de un amigo. En caso de emergencia, permite evitar un accidente. En París, la bocina del conductor estresado significa para el vehículo que va adelante que se tiene que apurar. Uso paradoxal en una ciudad completamente congestionada, donde todo el mundo quiere avanzar. En la India, o más bien en Pondicherry, puesto que las reglas de prioridad en los cruces y los semáforos son inexistentes, la bocina reemplaza el intermitente. Condición sine qua non de los camioneros en la India, la bocina tiene el rol de indicar a la densa circulación sobre su posición. Sin embargo, la situación, quizás catalogada por los criterios occidentales como un poco desordenada, es la prueba de la falta de congestión en esta ciudad de 700 000 habitantes donde la circulación se mueve a una velocidad media. Entonces, inicia la reflexión sobre el uso de la bocina.

El reto: conocer la India

Antes de irme de Francia, mi padrino me hablaba sin parar del carácter sagrado de la vaca. Según él, si llegara a chocar con una vaca me llevarían directo a la cárcel. No sé si de verdad sea un crimen atropellar a una vaca, pero sí puedo testificar que, efectivamente, las vacas se pasean por la calle. ¿Será que no tienen propietario? ¿Los creyentes las alimentarán? Por el momento no hay respuesta, solo sabemos que sus largos cuernos que se elevan al cielo son pintados con colores vivos durante los festivales religiosos.

“Los indios hablan inglés”. He ahí una moción que no ha sido comprobada. Las estadísticas dicen más bien que una de cada veinte personas lo domina, ahora sí que me lo creo. Incluso en la universidad hay que acostumbrarse al “indglish”. Ya que no puedo hacer todas mis preguntas, me enfoco en el comportamiento, o el ethos corporal, de mis anfitriones. La aprobación se muestra con el balanceo de la cabeza, lo cual da la impresión de que el interlocutor duda todo el tiempo, pero uno se acostumbra a este movimiento que expresa confirmación, aunque cueste un poco. Al llegar, pensaba que cuando la gente me analizaba de los pies a la cabeza con la mirada, de forma escéptica o sorprendida, la sonrisa era casi inexistente. Después de algunas experiencias, me di cuenta de que una sonrisa o un saludo de mi parte casi siempre son seguidos de una sonrisa india, sobre todo de parte de las mujeres.

La espiritualidad hindú es cuestionada. Las comunidades religiosas católicas, musulmanas e hindúes de diversas obediencias del Tamil Nadu, uno de los 28 Estados que componen la India – donde se habla la lengua Tamil -, viven en Pondicherry. Hay muchos dioses, sin embargo, Visnú y Shiva son los más alabados en los pequeños santuarios acondicionados en las casas de la gente. Tuve la suerte de ser invitado por un profesor de teatro muy acogedor, y comer un poco de las ofrendas para los dioses. Gracias a Visnú, Shiva y también a nuestros anfitriones por la deliciosa sopa de fideos con leche, el arroz dulce con especias y el suculento buñuelo salado; la magnífica gastronomía de Tamil Nadu.

No olvidemos en este contexto que el sincretismo es necesario; los católicos respetan la regla pan-india de solo comer con la mano derecha, ya que la otra mano es impura. Se trata de un ejercicio peligroso para las muchas preparaciones con salsa, lo cual hace sonreír mucho a nuestros amigos indios. Por último, en la Guest House un poco lúgubre donde vivo, he identificado algunos iconos colorados de dioses hindúes, justo enfrente de dos estatuillas de la Virgen María junto a otras representaciones de Jesús.

Las mujeres están cubiertas por el sari, tejido de muchos metros de largo hábilmente enrollado y de colores brillantes. A la mínima oportunidad, varias joyas acompañan este juego de ropa. Los collares de flores de jazmín trenzados sirven para atar sus cabellos; un contraste encantador entre el color blanco de las flores y el negro ébano de sus cabellos largos. Los hombres llevan sandalias de cuero, pantalones de traje largos y camisas de algodón. En la calle, muchos anuncios representan retratos de hombres. No estaba seguro de si eran predicadores religiosos o políticos. Un conductor gentil de Rick Shaw, el equivalente del Tuk-Tuk tailandés, me confirmó la segunda hipótesis: se trata de una familia de hombres políticos.

Más allá de los buses atestados y abiertos en la calle y de la música rítmica que se escapa, uno de los elementos fundamentales es el calor. La humedad es pesada, cuando tomé la primera bocanada de aire en Chennai (antiguamente Madrás), cuarta megalópolis del país, pensé que me iba a ahogar. Pero al final no fue así. Actualmente bebo alrededor de tres litros de agua al día y los pierdo con la transpiración. Los 37ºC junto a la humedad dan la impresión de que uno está en un sauna, aunque no tan caliente.

Turismo, viaje, camino

El comienzo del viaje está lleno de encuentros. Todos los días, los indios nos ayudan, en los transportes, nos indican el camino, nos prestan el celular y nos explican con una sonrisa en los labios. La ciudad de Pondicherry es también donde reside una gran comunidad de expatriados franceses. En este contexto de cambio, estos contactos pueden ser puntos de referencia. Pero, ¿hay que descubrir la India con otros franceses? ¿O este viaje también hay que hacerlo solo?

A veces es necesario alejarse un poco del nuevo ambiente social. Mi primera salida como peatón en la ciudad duró diez minutos. Los olores de la calle me desorientaban, los indios me miraban y en cada intersección, no encontraba el nombre de las calles. Todo era nuevo, no tenía mapa, no estaba seguro de que esa mañana la gente, ocupada con sus asuntos, me pudiera indicar el camino. Volví a mi Guest House, estaba solo, respiré profundamente, me estudié el mapa en internet y volví a salir. Entonces compré agua, me ubiqué en las calles con las fachadas coloridas y pocos minutos después me monté por primera vez en una moto hindú, que me condujo a vivir otras peripecias. Por supuesto, voy a tener que encontrar un equilibrio entre experiencia personal y colectiva.

Seguir las guías impresas hacia los monumentos, o dejarse llevar por los demás y esperar a que las cosas lleguen por sí solas, hábitos occidentales o vía india, turismo o aventura, este año será sin duda una mezcla de los dos. Muchas preguntas surgen de la experiencia, y merecerán un año de inmersión, embelesado por las dulces bocinas.