(Des)integraciòn regional y crecientes desacuerdos en Asia Central (2/2)

Panpi Etcheverry (Francekoul.com), traducido por Maria Alejandra Paixão
27 Avril 2014


Desde 1991, las cinco repúblicas independientes de Asia central (Uzbekistán, Kirguistán, Turkmenistán, Kazajistán y Tayikistán) han tenido evoluciones políticas, socioeconómicas y estratégicas cada vez más en desacuerdo. Al momento de erradicar el legado soviético, la “comunidad de destino” centroasiática se cuestiona más que nunca.


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A pesar de los trazos en común anteriormente descritos, los países centroasiáticos no dejan de alejarse los unos de los otros, sin importar su conexión. Después de su independencia, Kazajistán y Uzbekistán comenzaron a reivindicar el liderazgo regional, sacando a flote dos conceptos antagónicos para la región: Eurasia para Kazajistán, Turkestán para Uzbekistán. Desde 1995, Turkmenistán proclama su “eterna neutralidad” ante la ONU. Por otro lado, el contexto regional/la cuestión regional se ve rodeado/a por nuevos actores (Paquistán, Estados del Golfo, Turquía, Irán, China, etc), quiénes tienen un éxito cuestionable y se instalan de manera considerablemente durable, lo que complica aún más la situación.

Desde un punto de vista político, y pese a lo mencionado anteriormente, cada país tiene una vida política diferente. Comparar la singular trayectoria de Kirguistán con sus cambios políticos turbulentos (revoluciones de 2005 y de 2010) sería lugar común. Incluso los países más autoritarios tienen diferencias. Turkmenistán y Uzbekistán poseen una inercia política propia y casi sin equivalente alrededor del mundo, pese a la muerte del dictador Turkmenbashi Nyýazow en 2006.

Si Kirguistán se diferencia políticamente del resto de la región, el dinamismo económico kazajo completa el otro gran proceso de disociación que atraviesa la región centroasiática : este país representa casi 75% del PIB regional, dobló su PIB por habitante en diez años e incluso se ha convertido en polo de inmigración. Contrariamente a un Kazajistán dinámico, Tayikistán y Kirguistán viven, efectivamente, prácticamente de los giros de su población emigrada : 47% y 30% del PIB de cada país, respectivamente. Tales fracturas económicas son cada vez más importantes y tienden a ganar fuerza en Asia central.

Las disociaciones y quebrantos se ven apoyadas por la competencia geopolítica, no solo entre los países de la región, sino también entre los vecinos. Como lo dice Isabella Damiani, autora de una obra que trata sobre/de esta región, “cada uno con su geopolítica” en la región centroasiática. Con el fin de asegurar su seguridad y su desarrollo económico, cada país sigue su propia estrategia. En Kazajistán, se evoca la llamada diplomacia “multi-vectorial”, es decir, basada en alianzas con “todo el mundo”. Pero en realidad, son todos los países de la región los que aplican este tipo de diplomacia, con excepción de Turkmenistán. En el ámbito estratégico y económico, China y Rusia son actores principales de la región, pero no se puede omitir la participación de Irán, Turquía, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, India, Paquistán y muchos más. 

El paso de la región centroasiática hacia la globalización es muy real; sin embargo, avanza al mismo tiempo que la construcción de las naciones: “Las prioridades son él ámbito nacional y el internacional, dejando completamente de lado el regional […]”. Por otro lado, así haya un auge en los intercambios internacionales, el rol de cada país en el comercio externo centroasiático para con sus vecinos ha caído/disminuido brutal y constantemente desde la independencia. Desde el año 2000, los intercambios regionales no superaban el 3% del comercio exterior kazajo, y en el 2009, la cifra era del 16% para Tayikistán. El culto a la soberanía y la afirmación nacionalista, como bien lo hemos visto, superpuestos a las fronteras complejas creadas por la URSS han sabido crear un sinfín de enclaves, exclaves y periclaves. Estos, en lugar de perder importancia, se ven exacerbados por la construcción de infraestructuras fronterizas. Algunas poblaciones se dividen o enclavan, como las regiones transfronterizas de Ferganá o Corasmia, y sus intercambios, muy variados, se reducen a casi nada. Este acúmulo crea sub-conjuntos prácticamente aislados entre sí, totalmente aislados con relación a su administración estatal, y completamente separados del resto del mundo.

El culto a la soberanía y la afirmación nacionalista superpuestos a las fronteras complejas creadas por la URSS han creado un sinfín de enclaves, exclaves y periclaves.Créditos : Julien Thorez.
Las migraciones en masa quebrantan la estructura familiar; las generaciones de jóvenes enfrentan una gran variedad de situaciones y viven en un mundo radicalmente diferente del de sus padres y abuelos. Paralelamente, “el aumento del precio de los productos básicos y el derroche de lujo en los barrios exclusivos de las capitales” siembran el miedo de que en los próximos años, la protesta se manifestará sólo en Kirguistán. Sea cual sea la situación, nos encontramos frente a una  tanto a velocidades como a escalas variables, de la región centroasiática. 
 

¿ QUÉ CLASE DE INTEGRACIÓN REGIONAL SE ESPERA PARA LA REGIÓN CENTROASIÁTICA ?

Para enfrentar la división creciente y la disyunción territorial, y conscientes de las interdependencias impuestas por la organización soviética, los países centroasiáticos se han comprometido, en procesos de cooperación regional. Desde el año 1992, las cinco repúblicas han firmado un acuerdo (creación de la comisión intergubernamental de coordinación de los recursos en agua) con el fin de conservar el método de manejo soviético del agua antes de fundar la UCA (Unión Centroasiática), favorecer la integración económica (libre circulación de bienes y servicios, capitales, cooperaciones agrícolas e industriales, etc…)

Sin embargo, todas estas iniciativas, a pesar de su fuerte motivación, no llegaron a nada, ya que los países tienden a despegarse de la esfera regional. Frente a la abundancia de desafíos regionales (agua, energía, drogas, etc…), el carácter de los proyectos de integración es cada vez más exógeno, y éstos se ven cada vez más manipulados por las potencias internacionales en vez de seguir los intereses centroasiáticos, por más que representen una enorme ventaja para estos últimos.

La UCA de 1994 (Unión de los países de Asia central), CECA (Comunidad Económica centroasiática) en 1998 y OCCA (Organización de Cooperación de Asia Central) en 2002, fue desnaturalizada por Rusia y su adhesión en el 2004. El objetivo claro del gobierno ruso era de disolver dicha unión y recrear una estructura más adaptada a sus propias iniciativas: La CEEA (Comunidad Económica Eurasiática). En este mismo contexto, Rusia apoyó, en el 2011, una unión aduanera con Bielorrusia y Kazajistán. Además de erradicar las iniciativas centroasiáticas para la integración regional, la CEEA, y en particular la Unión aduanera, tuvieron un efecto perverso: aumentaron el control fronterizo entre Kazajistán y el resto de la región (más que todo con su vecino kirguís. Ya no se trata de un “regionalismo abierto”, sino de un proyecto en acuerdo con la visión geopolítica y los intereses de Rusia.

Por otra parte, todos los países centroasiáticos hacen parte de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), fundada en el año 2001, cuyo objetivo, además de la cooperación de seguridad con Rusia y China, incluye también la cooperación económica. Sin embargo, este último aspecto no ha sido exitoso debido a la rivalidad entre China y Rusia (comercio, petróleo y gas), al modo de funcionamiento de la organización basada en un sistema de consenso unánime para las decisions que se toman, y el principio en contra a la intrusion. Por estas razones, no hay avances con respect a los temas del agua, las fronteras, y la política bilateral de China que, a pesar de esto, negocia con los Estados un caso a la vez.

Además, la OCS es un instrumento claro de influencia chino (y ruso en menor medida), puesto que sus principios fundadores (luchar contra las tres plagas), si logran coincidir con las inquietudes de los países centroasiáticos, se inscriben en un marco de gestión represiva de la cuestión uigur para China.

Consecuentemente, la integración regional parece complicarse cada vez más en Asia central, debido al culto a la soberanía, diferentes planes de política exterior, rivalidad entre personas, diferencias geopolíticas y geoeconómicas, etc. Por otro lado, los actores externos, en particular Rusia y China, tienden a manejarla de manera puramente estratégica. Y, pese a todo esto, una espada de Damocles se impone ante el futuro de la región: la cuestión del agua.

Sea causa o consecuencia del clima regional nocivo y de la falta de confianza entre países, la falta de manejo común del agua es un peso importante en toda la región centroasiática sus 60 millones de habitantes incluidos. Estos últimos, en vista de la falta de cooperación y reflexión global sobre el sistema energético que une los países entre sí, no sólo serán completamente incapaces de enfrentar la situación futura; también deberán afrontar una muy posible escalada de conflictos y tensiones estrechamente vinculados al sufrimiento y a las rivalidades entre poblaciones a nivel local (tomando el ejemplo de Ferganá). Si los pueblos centroasiáticos se convencieran de que son una “comunidad de destino” al organizar de manera real el manejo del agua, la integración regional, aún embrionaria y bajo la influencia exterior, avanzaría de un gran paso. Paso que se muestra, más que nunca, muy necesario, puesto que de aquí al 2025, los glaciares kirguís y tayikos disminuirán del 30 al 40%, por lo que los recursos en agua se verán decaer entre 25 y 35% para toda la región.