Después de treinta años al poder, ¿qué balance para Yoweri Museveni?

Noé Michalon, Traducido por Anne-Claire Vorain
6 Mai 2016


Raro es cuando hay que mirar tan por atrás para elaborar un balance presidencial. El del presidente saliente y a la vez candidato para su reelección, Yoweri Museveni, se remonta a 1986 y su toma del poder por un golpe de estado. Treinta años más tarde y algunos días más, el presidente del Uganda declara que “no puede dejar el poder ahora, dado que todo lo [que ha] sembrado empieza a fructificar”. Su discurso, repetido a porfía por sus partidarios se centra en una palabra clave: la paz.


Créditos: Flicker / cc DFID - UK Department for International Development
Muy maltratada por dos decenas mortíferas de guerra contra el Ejército de Resistencia del Señor (ERS), de Joseph Kony, en el norte del país, Uganda ha conocido una paz interna total desde hace apenas algunos años. Los diferentes conflictos del este de la República Democrática del Congo (RDC) han visto a Yoweri Museveni demostrar una influencia importante que le ha permitido actuar como un personaje clave a la hora de reemplazar el mariscal Mobutu por Laurent Désiré Kabila en 1997,  mientras numerosos conflictos vecinos alimentaron las tensiones entre los dos países.

Numerosos grupos rebeldes  sacaron provecho de la inestabilidad en Kivu para salir a la luz y amanecer irregularmente Uganda durante los años 2000. Los islamistas de los Allied Democratic Forces (ADF), ahora perseguidos y casi silenciados, durante mucho tiempo han representado una amenaza de atacar en el oeste de Uganda y de atentado en Kampala.

Mientras hay paz interna, el Sr. Musevenir demuestra al exterior un intervencionismo importante, haciendo de su país un poder local inevitable. La armada de Uganda está en todos lados: sus tropas participan a la guerra civil del sur de Sudán, a la misión de mantenimiento de la paz de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), la caza de los residuos del ERS en la República Centroafricana y de los ADF en la República Democrática del Congo.

El reverso de esta fuerte potencia tampoco es una serenidad duradera. La implicación de Uganda en la lucha contra los miembros somalís de Al-Shabaab hace con que estos últimos multipliquen los atentados. Como en la noche del 11 de julio de 2010, durante la cual tres bombas explotaron en los bares de la capital, muy frecuentados ese día de final de campeonato mundial de fútbol. Verdadero trauma nacional, estos ataques mataron a 74 personas y de esto desembocaron reglas de seguridad muy estrictas que ahora se observan en la capital.

Una economía finalmente de pie

Uganda está mejor económicamente, es cierto, y tiene perspectivas atractivas: casi el 6 % de crecimiento, numerosos inversores, petróleo que pronto se explotará en una cierta cantidad en el Noroeste… Si la tasa de pobreza se redujo a menos del 20 % en el año 2013, las desigualdades siguen siendo importantes, mientras que el 80 % de la población todavía depende de la agricultura. Poco diversificada, la economía de Uganda se estanca y vende sus recursos sin transformar a los inversores. Pero la recuperación resulta espectacular después de los años difíciles que siguieron los ajustes estructurales de los años 1980 y 1990.

Por otra parte, la satisfacción principal del presidente saliente sigue siendo el cumplimiento de la casi totalidad de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Aunque se le puede reprochar el haberse arriesgado con los efectos de umbral y haber privilegiado estos datos cuantitativos sobre un resultado más cualitativo y global, los indicadores de salud como la alfabetización se han mejorado mucho sobre la última década. Mencionado entre los países más afectados por el SIDA en los años 1990, Uganda se ha vuelto un ejemplo significante en materia de lucha contra el VIH, pasado de una tasa de prevalencia del 18 al 7,4 % entre 1992 y 2015.

A nivel medioambiental, sin embargo, el crecimiento no se hace sin daños. Mientras que el bosque de Mabira, al este de la capital, ha sido bastante consumido por la promoción del turismo, el calentamiento global amenaza el productivo sector café del país y derrite el hielo de las montañas de Rwenzori cerca de la frontera congolesa.

Una potencia regional

A excepción de los levantamientos y conflictos, el balance de Yoweri Museveni en política exterior lo lleva a ser el actor inevitable de África Oriental. Mediador en las crisis de Congo y Burundi, es uno de los pilares de la Comunidad Africana Oriental (CAO), que incluye Uganda, Kenia, Tanzania, Ruanda y Burundi. Aún embrionaria después de varios intentos pasados, la organización regional se ha desarrollado desde hace varios años bajo la dirección de su jefe de estado más antiguo, Yoweri Museveni. Un ferrocarril está saliendo a la luz entre Uganda, Kenia y Tanzania, mientras que proyectos de moneda única están bajo consideración.

Durante estas tres últimas décadas, los colaboradores de Uganda demostraron variedad, por no decir contradicción. Mouammar Kadhafi, ya cercano del país bajo Idi Amin, se ha acercado un poco más de Kampala hasta su caída, durante la cual Yoweri Museveni había propuesto concederle el asilo diplomático. Pero los países occidentales no están excluidos, sino cuando critican algunas leyes nacionales, mientras que China, India y otros emergentes asiáticos o del Golfo invierten cada vez más.

Detractor arraigado del Corte Penal Internacional, el jefe del Estado de Uganda no pareció tener ningún remordimiento cuando autorizó a éste juzgar los directivos de la antigua rebelión del Ejército de Resistencia del Señor. Un anti-occidentalismo de fachada que se parece como dos gotas de agua al de su vecino y mejor aliado, el ruandés Paul Kagame.

Retorno del orden moral

A medida que el país se abre al libre comercio, se propaga el conservadurismo de la sociedad, impulsado entre otros por el discurso radical y pastores evangélicos influyentes. Si el proyecto de ley contra la homosexualidad ha hecho que la prensa internacional acapare a Uganda a finales de los años 2000, la mayoría apoya una batería de textos más controvertida.

La muy mediática “ley anti-pornografía ”, también llamada “anti-minifalda”, ha dado mucho de qué hablar con el intento de restringir las partes del cuerpo desveladas en el área pública. Su aplicación todavía permanece moderada, pero fue suficiente para provocar ataques de mujeres en la calle, que fueron desnudadas de fuerza. Además, una ley polémica sobre el VIH ha sancionado con mayor rigor “la transmisión deliberada del virus del SIDA” mientras que las ONG están ahora con el tema de un nuevo texto que refuerza el control del poder sobre estas.

Estas leyes a menudo criticadas por las organizaciones de defensa de los derechos humanos, son el producto de la fusión de las esferas evangélicas poderosas, con una gran influencia especialmente mediante la Primera Dama, Janet Museveni. Mayormente financiadas por norteamericanos con un discurso neoconservador, estas iglesias se encuentran entre las más ricas del país y ganan cada día un poco más de terreno.

Es finalmente difícil tener un punto de vista global sobre treinta años de poder, tan marcado por la guerra como por la paz, la prosperidad y la crisis económica. Así los últimos años hayan sido mejores, sería precipitado atribuirlos sólo a la gobernación de un hombre tan influyente como contestado y de quien le cuesta al Occidente, y tal vez incluso a los habitantes de Uganda, hacerse una opinión.

Live tweet de la primera vuelta por Le Journal International.