Portugal: Lisboa, la desconocida

James le Calvez, traducido por Lora Milanovic
29 Aout 2015


La capital de Portugal, la más al Oeste de Europa, no dejará de sorprender. Quien dice París, ve la Torre Eiffel, quien dice Londres se imagina a Big Ben, y quien dice Nueva York, ve dibujarse la Estatua de la Libertad en su mente. Quien dice Lisboa… dice una ciudad llena de sorpresas que hay que promover y descubrir. Sin duda alguna, una experiencia inolvidable y un descubrimiento a la vuelta de cada esquina.


Vista de un miradouro - Crédito : James le Calvez
Con un rico pasado, Lisboa, a orillas del Tajo, se abre al océano Atlántico. Puerta de salida del continente europeo, aquí es donde los más grandes navegantes, como Vasco de Gama o Pedro Alvares Cabral, a partir del siglo XV, recorrieron las rutas marítimas a la conquista de nuevos continentes: África, Asia y por supuesto, América latina. Capital del primer Estado-nación de Europa creado en 1139, Lisboa sorprende, y por encima de todo, no deja indiferente. Fachadas coloreadas, el olor del mar, la omnipresencia casi palpable de toda la identidad portuguesa, esto es en pocas palabras lo que se puede encontrar en Lisboa en cada uno de sus numerosos barrios.

El alma de la ciudad

Construida sobre siete colinas nacidas del terremoto de 1755, Lisboa estimula tanto como extenúa. Sobre una de las colinas, el Castelo São Jorge domina la ciudad y ofrece puntos de vista espectaculares al Tajo, al puente del 25 de abril, que se parece mucho al Golden Gate Bridge de San Francisco, y al Cristo Rei, inspirado del Cristo Redentor de Rio de Janeiro, en Brasil. Así, tan sólo en este lugar, la impresión de estar al mismo tiempo en Rio y en San Francisco es sorprendente. Bajo este castillo, las callejuelas tortuosas respiran el Fado, este canto típico portugués que no dejará de seducir y conmover: incluso sin entender la lengua portuguesa, el escalofrío recorre la espalda y la magia ocurre.

La ciudad baja, inspirada de las calles haussmanianas, difiere completamente. Aquí, ángulos rectos, restaurantes y bares desembocan en la enorme plaza del Comercio, atravesada por una brisa marina embriagadora y dominada por un arco lleno de detalles y alegorías. Teatro del asesinato del penúltimo rey de Portugal, D. Carlos I, y de su hijo mayor en 1908, hoy esta plaza es el centro de la ciudad.

Al otro lado de la plaza, los barrios se mezclan. Algunas calles separan el Chiado, barrio comercial con numerosas tiendas pero también cultural con sus teatros y sus cafés literarios, del Barrio Alto, corazón de la vida nocturna lisboeta donde bares y restaurantes típicos gozan de una gran afluencia de trasnochadores.

En el norte de la ciudad, muy cerca del aeropuerto, el Parque de las Naciones se distingue y sorprende por su modernidad y los superlativos no faltan para referirse al lugar: centro comercial desmesurado, el puente Vasco de Gama, de 17 km de largo, o sea el puente más largo de Europa, el oceanário, también el más grande de Europa… Este barrio, completamente reconstruido con el fin de albergar en 1988 la Exposición Universal, teniendo por tema “Los océanos, un patrimonio para el futuro”, es un recorrido ineludible durante la visita de la ciudad. Propone una visión moderna de un pasado glorioso.

Oceanário de Lisboa - Crédito : James le Calvez
Para una dimensión más histórica, habrá que ir cerca de Belém, al Oeste y todavía a orillas del Tajo . Aquí, monumento a los Descubrimientos, monasterio de los Jerónimos, torre de Belém, o incluso inmenso centro cultural: una lista no exhaustiva de todo lo que este barrio ofrece.

Cristo rei - Crédito : James le Calvez

Crédito : James le Calvez

Monumento a los Descubrimientos - Crédito : James le Calvez

Para trasladarse…

Numerosos barrios y numerosos medios de transporte. Las cuatro líneas de metro comunican lugares claves, desde el aeropuerto hasta la plaza del Comercio. Para los más valientes, subir las colinas a pie ofrecerá puntos de vista sin precedentes: numerosos miradouros están repartidos en todos los rincones de la ciudad, con bancos, pequeños parques floridos y bares, la mayoría del tiempo.

Para los demás, se podrá llegar a la ciudad baja o a las cumbres en elevador, especialmente en el sorprendente elevador Santa Justa, que lleva al Barrio Alto, o incluso tomando el tranvía 28, que conecta el barrio de la Alfama y su castillo a la plaza del Comercio. Tantos medios de transporte que permitirán pasar de un ambiente a otro por las vías de la Saudade.

La experiencia de la Saudade

Del punto de vista culinario, comeremos en varios restaurantes de la Alfama, bajo una lluvia de pequeñas luces de colores, uno de los numerosos platos a base de bacalhau. Si preferimos la carne, el olor del frango assado, el pollo a las brasas, reanimará las papillas de los más exigentes. Saborearemos por supuesto un vaso de Porto, rojo o blanco en cualquier bar de la ciudad, o un vaso de vinho verde, un vino verde portugués ineludible que se combina perfectamente con un plato a base de mariscos o de pescado. Todos los pequeños merenderos ofrecen una multitud de pasteles, pero es en el barrio del Belém donde comeremos pastéis divinos, estas pequeñas tartas con hojaldre y crema pastelera, justo al lado del imponente monasterio donde la receta habría sido inventada hace mucho tiempo, y cuyo secreto sigue siendo celosamente guardado ahí.

Desde un punto de vista histórico, experimentaremos la Saudade en la torre de Belém, donde uno acaba soñando con horizontes lejanos desde la ventana de una de las torrecillas, la mirada perdida en el flujo y reflujo de las olas… o en la plaza del Comercio, siguiendo contemplando los oleajes, imaginando las carabelas volver del océano junto con promesas de nuevos mundos… o incluso en una de las empalizadas del castillo São Jorge, donde imaginaremos la corte portuguesa huir del pais tras las invasiones napoleónicas de 1807…

Al fin, desde un punto de vista cultural, con solo deambular por las calles será suficiente, ya que nos cruzaremos con grafitis representando la revolución de los Claveles de 1974 o incluso el Fado, cuyo sonido oiremos salir por las ventanas de los edificios y por el cual nos dejaremos embriagar hasta lo más profundo de nuestra alma. Al hojear un libro en una de las librerías, coquetearemos con los personajes literarios portugueses más famosos como Fernando Pessoa, Camilo Castelo Branco, o Almeida Garrett. Por supuesto, no nos perderemos los azulejos, estos pequeños azulejos de colores, la mayoría del tiempo azules, presentes por toda la ciudad, que personifican épocas, ilustran personas o representan escenas de la vida cotidiana de otro tiempo.
Fado graffiti - Crédito : James le Calvez

Es precisamente un viaje a otro tiempo el que nos espera durante una estancia en Lisboa. Una estancia que, de alguna manera u otra, permitirá experimentar la Saudade, ahí mismo o ya de vuelta en casa, habitados por las cosas que hemos vivido, acariciando la secreta esperanza de revivir este sentimiento incomparable cuanto antes.