Smart cities: las ciudades del mañana

Blanche Pautet, traducido por Melina Arellano
11 Aout 2015


Coches automatizados que circulan sin conductor, drones voladores para guiarte en los pasillos de tu universidad, bicicletas que registran la tasa de contaminación de cada calle: éstas son las innovaciones de nuestras ciudades del futuro. El salón de la robótica Innorobo nos presentó este año en Lyon los retos cruciales de las ciudades del mañana, retos tan urgentes puesto que la población urbana no deja de crecer. A continuación, un recuento de este ciclo de conferencias de investigadores y profesionales del mundo entero.


Créditos DR
La cuestión de la evolución de nuestras ciudades frente a nuevos imperativos medioambientales, una de las seis problemáticas centrales del salón, podría encontrar una respuesta en la robótica. Aunque ya existen numerosas tecnologías extremadamente perfeccionadas en entornos específicamente adaptados a sus límites, como por ejemplo en las fábricas y cadenas de montaje, su integración en nuestras vidas cotidianas y en nuestras calles es más compleja. El carácter impredecible y cambiante del entorno humano es un desafío mayor. “La robótica debe evolucionar en un espacio concebido para las humanos y no para los robots”, declara Marcelo Ang de la Universidad de Singapur. Este investigador de la SMART (Singapore MIT Alliance for Research and Technology) nos ofrece su visión de lo que nos depara el porvenir. 

Algunos proyectos permitirían crear desde cero ciudades que responderán tanto a las necesidades humanas como a las exigencias de la robótica. En los Emiratos Árabes Unidos, la ciudad verde de Masdar está en construcción desde el 2008 y beneficia del marco virgen de una zona desértica para adaptar los edificios desde su construcción al modo de vida urbano actual. Pero, aunque estas ciudades proporcionan numerosas posibilidades para poner a prueba la eficacia de nuevas tecnologías, no podrían ser utilizadas como ejemplos perfectamente aplicables en el mundo entero. Ciertamente, nuestras ciudades europeas no se prestan a estas innovaciones y se ven desaventajadas por su herencia histórica. La clave estaría entonces en la adaptación al medio existente, respetando los imperativos que éste impone; una operación delicada.

El problema del transporte

Crédito: SMART Lab
El transporte urbano influye directamente sobre el estrés y la calidad de vida”, asegura Marcelo Ang. Ahora bien, mientras que la población mundial en crecimiento se concentra en las ciudades, nuestras redes de transporte actuales corren el riesgo de resultar incapaces de responder a las necesidades de los ciudadanos. Incluso hoy en día, el tránsito de las ciudades está congestionado a pesar de las diversas mejorías que se le han aportado a los transportes públicos. El laboratorio de la SMART encontró una solución ecológica, económica y práctica a este problema: un automóvil automatizado e inteligente. Lo llamaron SCOT: Shared Computer Operated Transport o vehículo compartido operado por computadora. 

De pequeño tamaño, los prototipos que el equipo de investigadores ha probado en la ciudad de Singapur parecen carritos de golf. Bastará con indicar al automóvil su destino para que éste calcule, como lo haría un verdadero conductor de taxi, el mejor itinerario según una base de datos evolutiva. Así pues, cada vehículo está conectado constantemente con el entorno de la ciudad y adapta su itinerario a las imposiciones del tráfico. “Singapur es ideal para probar este tipo de productos ya que cada vez acoge a más habitantes, pero por sus límites de espacio no podrá dar cabida a todos sus vehículos particulares”. En el 2011, la ciudad contaba con 956 704 vehículos para 5 184 000 habitantes. Según las estimaciones de Marcelo Ang, 300 000 coches inteligentes serían suficientes para satisfacer a la población.

Ciudades ultraconectadas

Este modo de transporte es perfectamente seguro gracias a un sistema de captores llamado LIDAR que permite que los vehículos comprendan directamente su entorno. Así pues, SCOT puede evitar los obstáculos fijos y móviles y no depende de una señal GPS para desplazarse, lo cual es una ventaja considerable cuando, por ejemplo, pasa por un túnel. En relación con los peatones, un sistema permite incluso anticipar sus trayectorias con el fin de adaptar la del vehículo y evitar cualquier colisión. Según los términos de los científicos de la SMART, el coche automatizado no se cansa, sus reflejos son fiables y más rápidos, no se enfada al volante y su campo de visión es más amplio. Ofrece no solamente una solución al problema de las horas pico, sino que también permite que sus usuarios tengan a disposición un vehículo que después no tendrán que estacionar y que podrá ser útil a otras personas cuando ellos ya no lo necesiten, en vez de quedarse inmóvil en un estacionamiento. 

Por su parte, el MIT SENSEable City Lab de Massachusetts propone la creación de un tráfico más inteligente, con coches automatizados interconectados de manera que cada trayecto sea concebido para optimizar la fluidez del tránsito. En los cruces, por ejemplo, los semáforos ya no serían útiles: la velocidad de cada vehículo se adaptaría de manera que todos pudieran pasar sin chocar ni frenar repentinamente. Nuestros autos actuales han empezado, desde hace algunos años, a colectar información de su entorno directo: toman medidas de temperatura o bien hacen maniobras sin la intervención del conductor. La diferencia del vehículo inteligente es que, una vez que ha recaudado esta información valiosa, la guarda y la comparte. Como conoce el estado del tráfico en tiempo real, puede hacer ganar tiempo y así reducir el nivel de estrés de sus usuarios y el de la contaminación atmosférica.

En Copenhague el 70% del tráfico está compuesto por bicicletas. La ciudad es considerada como una de las más ecológicas de Europa y, para no dañar su reputación, un nuevo proyecto vio la luz ahí mismo: la Copenhaguen Wheel. Esta bicicleta, tan futurista de precio como de diseño, es en realidad un verdadero explorador que al desplazarse registra una multitud de datos sobre las calles de Copenhague, como la intensidad de la contaminación, la calidad del suelo o la tasa de humedad. En complemento, también puede calcular la intensidad del esfuerzo hecho por el ciclista, así como estimar su consumo de calorías. Si el propietario lo acepta, estos datos serán transmitidos de manera anónima a la ciudad, que podrá entonces deducir a partir de ellos un mapa evolutivo del estado de las calles. La ciudad del mañana se concibe a sí misma y optimiza sin cesar la movilidad de sus habitantes.

“Las ciudades inteligentes dependen de la inteligencia de los ciudadanos”

Según el MIT SENSEable City Lab, el éxito del proyecto de ciudades inteligentes también depende de la reacción de los que ahí viven. Sin embargo, el ser humano tendría todas las de ganar si se instalaran tales tecnologías automatizadas. A la mayoría de los conductores actuales les cuesta trabajo imaginarse el no tener el control inmediato de su vehículo; ahora bien, una actitud así les perjudica. Según un estudio realizado por el laboratorio, el nivel de estrés y la cantidad de road rage, o enfado de conductor, que se suelta durante un trayecto en la ciudad son considerables. La falibilidad del hombre sería superior a la de una máquina, y sus reflejos más lentos. En conclusión, más vale dejarse guiar, al menos en lo que respecta los trayectos en la ciudad.

La generalización de los vehículos inteligentes podría participar, en otra medida, en la integración de las personas con movilidad reducida o incapaces de conducir. Pudiendo adaptarse a cualquier tipo de terreno, tanto los que son accesibles hoy en día a los autos, como aquellos reservados a los peatones, este tipo de vehículo también podría resolver el last mile problem o “problema del último kilómetro”, nombre que se le da a la distancia entre el individuo y el punto de recogida más cercano: parada de autobús, estación de bicicletas o de metro. Ciertamente, los autos inteligentes serían capaces de cubrir toda la distancia necesaria para nuestros traslados, de principio a fin. 

La ciudad del mañana no solo arreglaría el problema del tráfico automovilístico, sino que también se propone regular el tráfico humano. La MIU, Unidad Móvil de Información, utiliza el mismo principio de interconexión dentro del espacio urbano para contribuir a desatascar las zonas muy turísticas o muy visitadas. Blake MacEldowney, del laboratorio de investigación en diseño e innovación ZINC , nos presenta esta innovación. El equipo de investigadores tiene la intención de integrar su invento en la ciudad de Barcelona, donde están instalados. La ciudad, que antes sus habitantes juzgaban muy agradable para vivir, ha adquirido hoy en día tal reputación de lugar turístico ineludible, que la calidad de vida ha bajado.

Los traslados se han hecho difíciles por los flujos humanos importantes y los residentes reaccionan de mala manera a la presencia de turistas en masa. Móvil y muy polivalente, la MIU es una especie de señal de información numérica de tamaño humano que a la vez colecta, transmite y recibe numerosos datos sobre la ciudad, un poco como lo hacen las bicicletas de Copenhague. 

Crédito: ZINC
Esta herramienta robótica, muy perfeccionada, representa una interfaz entre la ciudad y el ser humano. Si es necesario, puede informar a una multitud de personas sobre un evento situado en un lugar poco visitado para tratar de dirigir el flujo humano fuera de una zona demasiado llena. La MIU se considera el embajador en el interior mismo de la ciudad y permite ir más allá de un “abismo informacional”, según la expresión de Blake MacEldowney, quien también entrevé una integración cotidiana de estas señales en nuestras ciudades como una herramienta fiable de comunicación y de ubicación. Por último, la MIU puede ampliar su campo de acción más allá de los límites de la comunicación y aportar su ayuda en casos más particulares, como accidentes automovilísticos, donde puede regular la circulación de los coches de una zona, o bien ayudar a facilitar el tránsito humano en los aeropuertos. 

Crédito: ZINC
Según el punto de vista que se adopte, casi se podría pensar que la robótica nos asiste al extremo. Aunque a cada quien le corresponde su propia opinión al respecto, una de las tecnologías presentadas durante esta conferencia es el ejemplo del caso en el que los robots se ponen completamente a nuestro servicio para evitarnos la más mínima molestia: la aplicación SkyCall. Aquí no se trata de los traslados en la ciudad, sino de la orientación dentro de un lugar cerrado. Tomemos como ejemplo el laberíntico centro del MIT. 

Imagina lo siguiente: has llegado a este prestigioso territorio de las nuevas tecnologías y no sabes dirigirte dentro de sus numerosos edificios. Tienes clase, vas tarde y la única información que posees es un número de sala poco claro. En la actualidad, un individuo común y corriente perdería su tiempo dando vueltas, intentaría en vano encontrar un mapa o incluso se arriesgaría a preguntarle el camino a un fulano con prisa y de poca ayuda, que de todas formas no hablaría su mismo idioma, mientras que el estudiante del futuro sólo tendrá que ponerse en contacto con SkyCall gracias a su Smartphone. Entonces un dron volaría literalmente para socorrerlo y, una vez al tanto de su destino, lo invitaría a seguirlo. El trayecto habrá sido calculado para ser el más rápido posible en función de la frecuentación del lugar y de eventuales embotellamientos en los pasillos, también tendrías derecho a los comentarios del dron que, cual guía turístico, te diría todo sobre los espacios que estás atravesando. 

Verdaderamente al servicio del ser humano, SkyCall es un ejemplo de cuánto se ha mejorado el confort que aportan las tecnologías robóticas a nuestra vida cotidiana. Aunque en un principio puede parecer algo prescindible, es posible ampliar estos principios simples a situaciones en que su uso no es una cuestión de lujo, sino de necesidad vital. En el caso presente, podríamos imaginar robots SkyCall que guíen a víctimas de catástrofes fuera de zonas inaccesibles para los hombres, o bien que ayuden a deficientes visuales a ubicarse en un nuevo entorno. 

Como en el caso de los drones, la ciudad del mañana está concebida para adaptarse a las expectativas individuales y al mismo tiempo responder a las necesidades de todos, optimizando el espacio y los recursos. Lo que a veces es tachado de utopía, bien podría tomar forma gracias a los avances de la robótica.