TOM EN LA GRANJA : CUANDO LA EXTRAVAGANCIA ACÍDULA SE UNE A LA ANGUSTIA PSICÓTICA

Hafida Maghouti, traducido por Garazi Otegi
25 Avril 2014


Si la última película de Xavier Dolan os trae a la memoria el universo de “Tom en la Granja”, el título ha conseguido alcanzar su objetivo. Tom en la Granja es un thriller esquizofrénico y angustioso, que cabe mencionar, contiene referencias a escenas escalofriantes de Hitchcock.


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La intriga teatral es sencilla : Tom, un joven publicista de Montreal acude al funeral de su íntimo (intimísimo) amigo Guillaume. Con un aire de dandy voluntariamente descuidado, llegará a una granja siniestra y muy aislada, dónde conocerá a Agathe, la peculiar madre del joven difunto y su hijo Francis. Este último, al ser el único en garantizar la continuidad de la familia, se ve dividido entre sus deseos de realización y su apego maternal. Se trata de un Norman Bates extraviado en el cuerpo y la agresividad de Stanley Kowalski. Intentará por todos los medios, y principalmente por medio del terror, conservar el secreto de la sexualidad de su difunto hermano y preservar así el honor de esta misteriosa familia. 

Melodías estridentes de la mano de Gabriel Yared, escenas cubiertas de bruma y campos de maíz erigidos como cuchillos que se extienden hasta el horizonte… Veamos lo que se esconde detrás de esta cautivadora historia. 

Un clímax cargado de angustia

El decorado desprende angustia desde el comienzo, y el ambiente lúgubre se acentuará de manera exponencial. La tensión se va aumentando, tanto que sólo nos queda resignarnos a aceptar que el clímax nos pillará desprevenidos. Es demasiado perfecto para ser cierto. Y nos preguntamos si la liberación de la tensión llegará como un suave soplo o si logrará transportarnos al apogeo del clímax. 

El ambiente malsano que reina en la pantalla se acentúa aún más con el miedo de ver cómo el hijo prodigio del cine canadiense fracasa si no logra bordar el momento crucial de la intriga. Pegados a nuestras butacas de terciopelo rojo, nos sofocaremos de impaciencia. Y es así cómo Dolan nos embaucará, desmigando y repartiendo el malestar del espectador. Nos precipita y nos consuela, nos golpea y nos abraza sucesivamente y a un ritmo desenfrenado… y así hasta los títulos de crédito finales, dejándonos estupefactos y agotados. 

Una versión posmoderna del Síndrome de Estocolmo

Tom no puede evitar estar dividido ante el misterio de la familia Longchamps y de las relaciones de sus miembros : está dividido entre la confianza y el miedo. Y conociendo a Dolan, sabemos que el tema de las relaciones entre madre e hijo es un tema al que le tiene un aprecio particular. Por lo que la relación indefinible que une a Francis y a Tom en esta película no debería sorprendernos demasiado. 

Este último se planta en la granja como un fruto sutil que deberá frecuentar el bestial granjero local, homófobo y reprimido. El universo en el que se desarrolla la historia se convierte aún más malsano cuando el verdugo y a la victima empiezan a sentirse cómodos en sus respectivos roles. Cual barco que entra al centro de la tempestad, un cuarto personaje entrará en escena para adoptar el gran desafío de ejercer de ansiolítico en esta pesadilla.

En la corte de los grandes

Música alarmante, una escena en la ducha que provocará escalofríos, una carrera en los campos de maíz… Se puede decir que las referencias al cine de Hitchcock son muchas y a veces no demasiado sutiles. Pero Dolan se declara inocente proclamando que las similitudes con las obras del maestro del suspense y del MacGuffin son consecuencias de la casualidad. ¿Mala fe o sincera modestia ? Sea lo que sea, reconoceremos al autor y a su talento. Xabier Dolan consolida su presencia en la corte de los grandes firmando un tipo de obra distinto a lo que nos había ofrecido anteriormente.  Lejos de las historias de amor híper estilizadas que nos habían cautivado, Tom en la Granja es un film crudo y auténtico. Todo un logro.