1 refugiado por cada 4 habitantes: el desafío sirio de Líbano

Salomé Ietter, traducido por Melina Arellano
5 Octobre 2015



Desde el año 2011, cerca de 1.5 millones de sirios se han refugiado en Líbano. 1.5 millones de personas, es decir más de un cuarto de la población libanesa. Frente a la política de distanciamiento de las autoridades, se han creado múltiples ONG e iniciativas locales e internacionales para tratar de responder a las necesidades de los refugiados y de los libaneses. La información y la capacitación son esenciales en este país, donde todavía planea la sombra de la guerra, fomentada por desacuerdos políticos tan mortíferos como alejados de las preocupaciones cotidianas de las familias.


Un campamento de refugiados en el Valle de la Bekaa, Líbano. Crédito: Maurice Page
Un campamento de refugiados en el Valle de la Bekaa, Líbano. Crédito: Maurice Page
Comprender a Líbano implica comprender los nexos particulares entre este país y la cuestión de los refugiados. La Declaración Universal de los Derechos Humanos lo enuncia en el artículo 14: “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país”. La Convención de Ginebra, en 1951, concretizó este principio en el derecho internacional público. Sin embargo, a pesar de este estatuto, que tiene sus raíces en la historia tanto antigua como contemporánea, se puede constatar desde fines del siglo XX una desconfianza creciente respecto a los solicitantes de asilo, debida a diferentes fenómenos, como la experiencia de la descolonización, las crisis económicas y el debilitamiento de los partidos de izquierdas.

Algunos analistas incluso hablan hoy en día de una transición del “derecho de asilo” al “derecho de rechazo”, ejercido por los países más solicitados. En Líbano, los refugiados dejaron su huella en el país a través de sus culturas e historias. Un paseo por el barrio de Bourj Hammoud en Beirut nos sumerge en la historia de la inmigración armenia, la cual huyó del genocidio otomano a partir de 1915. A partir de los años 1940 y 50, los refugiados palestinos marcaron irremediablemente el paisaje político de Líbano. Las tensiones en cuanto a la acogida de los palestinos se cristalizaron, en particular, con la guerra civil de 1975 a 1990. En ese entonces se oponían dos grupos; unos pretendían defender fervientemente la “causa palestina” y la presencia de la OLP (Organización de Liberación de Palestina), los otros consideraban que esta organización no “merecía” el sacrificio del país.

Hoy en día, cuando se habla de los 1.5 millones de refugiados sirios en Líbano, los cuales vienen de un país con conexiones – positivas o negativas – extremadamente fuertes con Líbano, no se puede olvidar la guerra civil, sus motivos, y sobre todo sus daños. Los libaneses son conscientes del riesgo que los rodea cada día. En el norte de Líbano, a donde se dirigen numerosos refugiados sirios, los habitantes de Trípoli son testigos de ello: regularmente se desatan conflictos entre pro- y anti-Assad, según el ritmo de los acontecimientos en Siria, que impactan de vez en cuando la vida de los libaneses.

La percepción política del refugiado

Con respecto a los refugiados palestinos, existen dos discursos políticos fundamentalmente opuestos. Uno considera a los refugiados como vecinos en peligro que hay que apoyar. El otro los presenta como una fuente de problemas en un país cuyo equilibrio es precario. Con la firma del Acuerdo de Taif en 1990 se puso fin oficialmente a la guerra civil y se le atribuyó la responsabilidad a la OLP, que condujo sus acciones desde el territorio libanés, lo cual fomentó las tensiones y atrajo las represalias de Israel. La idea según la cual la guerra civil libanesa se puede imputar a la presencia, si bien es cierto, de la sede de la OLP y por extensión de los palestinos en el suelo libanés, confirma la percepción del refugiado como instigador de conflictos. A eso se le llama a veces el “síndrome palestino”, el cual marca aún hoy en día la política hacia los solicitantes de asilo.

Entre el 2012 y 2014, el gobierno dejó que las ONG y las instituciones internacionales se ocuparan del problema. Los refugiados sirios no son “refugiados” ante el gobierno, sino simples “desplazados”. Y es que Líbano no firmó la convención de 1951. En cambio, es miembro ejecutivo de la UNHCR (la Agencia de la ONU para los Refugiados), por lo que delega a este organismo desde el 2003 la responsabilidad de la atención a sus solicitantes de asilo. El gobierno no supo anticipar la duración del conflicto, la amplitud del problema y los riesgos graves para la estabilidad del país que se plantean hoy.

En el caso de los refugiados sirios, sería ingenuo olvidar las percepciones del “Sirio” que ya existían mucho antes del 2011 en Líbano. Los lazos entre los dos países eran extremadamente fuertes; sin importar que la población los criticara o los elogiara. El ejército sirio ocupó Líbano durante 30 años, desde el inicio de la guerra civil hasta el 2005; oficialmente era una operación de estabilización, pero implícitamente se trataba de mantener un control político sobre su “hermano menor” histórico. Gran parte de la población libanesa concentró sus reivindicaciones contra la presencia siria durante la revolución del Cedro en el 2005. La vida política libanesa se organizó entonces alrededor de dos coaliciones que se distinguían por su apoyo o su oposición al poder sirio.

Además de las relaciones con el régimen de Assad y la presencia militar, que se deben distinguir de las relaciones con el pueblo sirio, en Líbano el “obrero sirio” representa lo mismo que el “plomero polaco” en Francia. Cada país tiene sus propios chivos expiatorios, y en Líbano, la falta de trabajo se le imputa al trabajador proveniente de Siria; incluso cuando muchos libaneses renuncian voluntariamente a los empleos en el área de la construcción y de las grandes obras. Es por ello que se debe situar la gestión política de los refugiados sirios en Líbano dentro de una mentalidad bastante particular.

La llegada al territorio

El Journal International pudo reunirse con Habbouba Aoun, responsable de un programa en la Universidad de Balamand que se encarga de coordinar los esfuerzos de las diferentes iniciativas y capacitar a las ONG. Habbouba nos proporcionó algunas pistas para comprender la situación actual.

Los problemas de gestión comienzan desde la llegada al territorio libanés. “Dentro del proceso legal, el refugiado tiene un encuentro con las personas de la UNHCR en la frontera oficial, quienes lo registran. Después, el refugiado es conducido a un lugar donde podrá instalarse. Si no tiene parientes cercanos o lejanos en Líbano, será redirigido a un campamento”. Sin embargo, el gobierno, desinteresado en la cuestión hasta el 2014, no había previsto ningún campo de refugiados. Y aunque abrió dos en septiembre de 2014, hoy en día se cuentan más de 1500 aldeas con tiendas de campaña improvisadas, de las cuales una gran parte está en el valle de Bekaa, donde Habbouba Aoun concentra la mayoría de sus acciones.

No obstante, como lo subraya Habbouba, “hay dos maneras de pasar la frontera: la legal y la ilegal. Y la llegada no transcurre exactamente de la misma manera”. Algunos recién llegados no se inscriben con la UNHCR. “A veces tienen miedo por culpa de la situación política, de su pasado político en Siria. Si se han refugiado es por causa de un conflicto que opone a diferentes bandos en su país, no hay que olvidarlo”. A pesar de que muchos sirios tenían apeaderos en Líbano, muchos decidieron huir, dejarlo todo, para ir hacia lo desconocido. “Se debe de tomar una medida rápidamente frente a la afluencia de personas sin techo y sin recursos, que tuvieron que abandonarlo todo”. Habbouba también señala que los refugiados “tampoco saben necesariamente lo que el derecho internacional les depara; a causa de los diferentes pasivos. Algunas personas saben qué hacer, otras no saben o a veces incluso no quieren, por desconfianza”.

Los refugiados y los libaneses que viven en las comunidades más afectadas por la llegada de nuevos habitantes se vuelven cada vez más vulnerables. La situación se ha prolongado y los recursos se agotan. Asimismo, el Programa Alimentario Mundial (PAM) apoya a miles de familias sirias con una ayuda de 30 dólares al mes para cada refugiado registrado ante las Naciones Unidas. Así pues, la situación alimentaria y sanitaria es crítica, pero a ello se añade la incertitud de la duración, tanto para los refugiados como para los libaneses.

“Entre más aumentan las cifras, más urgentes se vuelven las necesidades, y la situación se deteriora” – Habbouba Aoun.

Las ONG: un modo de paliar el desentendimiento del Estado

Líbano es uno de los países que cuenta con el mayor número de ONG, lo cual no empezó en el año 2011. ¿La razón? Como su nombre lo indica, las organizaciones no pertenecen al gobierno y sirven, en este caso, para paliar lo que la administración no hace. Cuando la UNHCR lamenta que “la hospitalidad excepcional de Líbano será puesta a prueba de manera ruda”, hay que distinguir entre la hospitalidad de los libaneses y la hospitalidad oficial elegida por el gobierno. Además de la política hacia los refugiados, el gobierno también busca adoptar una postura política de neutralidad total en relación con el conflicto en Siria. Así pues, la “respuesta humanitaria” que se ha instalado en Líbano es llevada a cabo principalmente en coordinación entre la ONU, la UNHCR, las ONG locales e internacionales y el gobierno, el cual se comprometió hace poco. Las ONG son tan numerosas como heterogéneas por lo que respecta a su nivel de compromiso, su nivel de capacitación, su peritaje y, por lo tanto, su eficacia.

Habbouba Aoun, junto con su organización dentro de la Facultad de Salud de la Universidad de Balamand, se encarga de coordinar los esfuerzos de las diferentes iniciativas y de capacitar a las ONG en materia de salud. Aunque su oficina se encuentra en Beirut, su trabajo se realiza la mayor parte del tiempo en la Bekaa, con los refugiados, y sobre todo con aquellos que se encargan de ellos. De manera que el objetivo es coordinar todos los esfuerzos que se efectúan bajo el nombre de la “respuesta humanitaria” y, a su vez, gracias a su pasado en ciencias de la salud, garantizar la capacitación sanitaria necesaria para las personas que trabajan con los refugiados. La organización de Habbouna Aoun se concentra en 4 tipos de peritaje. El primero es el “wash”, todo lo que se refiere al agua y la sanidad, el segundo es el del Programa Alimentario Mundial, el tercer sector es el de la educación y el cuarto, en el cual se concentran particularmente los esfuerzos de Habbouba, es el de la salud.

La educación y la salud

Así pues, la educación es una prioridad y, a través de sus acciones, Habbouba Aoun y sus colaboradores contribuyen a capacitar a las ONG en esta cuestión con el fin de que se encarguen de la mejor manera de los refugiados, lo más cerca posible de sus necesidades reales. Los niños sirios, que representan la mitad de los refugiados, tienen graves problemas de escolarización en Líbano ya que la educación allí es muy diferente a la de Siria. En Líbano, los niños eligen entre el francés o el inglés desde la primaria y después tienen materias generales, como matemáticas o historia, en esos idiomas. En Siria, la educación se imparte únicamente en árabe. La educación también concierne la seguridad en el territorio. Habbouba Aoun coordina el Centro de Recursos sobre las Minas Terrestres en Líbano (Landmines Resource Center) y explica que este problema está ligado a la situación de los refugiados. Las minas, presentes desde la guerra civil y los conflictos con Israel, son objeto de un importante trabajo de prevención.

“Líbano es un país contaminado y los refugiados se encuentran en peligro aquí. Y ahora, el territorio sirio también está expuesto al problema. El ejército sirio ha sido acusado de colocar minas en la frontera, para evitar que la gente abandone el país y, sobre todo, que los soldados deserten.”

“Por lo mismo, hay que educar a la gente para que tenga cuidado con las minas, ya que algunas son visibles pero otras no.”

Además de los problemas de educación y de sensibilización a los riesgos del territorio, la gestión de los problemas sanitarios ha resultado delicada. Los servicios hospitalarios del país no están adaptados a dicha afluencia de gente y a los riesgos de enfermedades que podría contraer. La Agencia para los Refugiados provee la mayoría de los tratamientos, pero no se ha previsto nada en materia de accidentes o de tratamientos de larga duración. Por lo tanto, el problema del financiamiento es cada vez más urgente y no sólo concierne a Líbano. Como lo constata tristemente Habbouba, “en el mundo entero, el financiamiento no deja de disminuir”.

Un refugiado por cada cuatro habitantes: ¿a quién le tocará su pan de cada día?

“Sólo vamos a ir de mal en peor” – Habbouba Aoun

“Líbano no tiene recursos, compartimos estos escasos recursos entre una población que se está duplicando o triplicando. No hay agua y todo el mundo quiere beber. No hay electricidad y todo el mundo la necesita. Esto crea tensiones entre todos. Son números que no podemos gestionar”.

Como lo recuerda Habbouba, en Líbano ya había escasez de recursos antes de la crisis en Siria, por lo que el estado había puesto en marcha medidas drásticas para el agua y la electricidad. Se corta la electricidad entre tres y doce horas al día, según las regiones. La consecuencia directa de esto es que la mayoría de los edificios ahora cuentan con generadores individuales, que toman el relevo cuando hay cortes de luz, con lo cual los precios de las facturas de electricidad están por los cielos, alcanzando hasta varios cientos de euros al mes. Por consiguiente, esta repartición de los recursos provoca, inevitablemente, tensiones entre libaneses desamparados y refugiados sirios.

Estas tensiones se concentran igualmente en el mercado laboral. La situación precaria de los recién llegados, y las rentas que deben pagar para alojar a sus familias, los empujan a proponer una mano de obra extremadamente barata. A falta de campamentos y de mejor anticipación, las poblaciones también han invadido los mercados inmobiliarios, por lo que el número de alojamientos informales se ha multiplicado y han aumentado los precios inmobiliarios, los cuales de por sí ya eran inasequibles para muchos libaneses.

La cristalización de las tensiones y la responsabilidad del gobierno

En el corazón de las tensiones, a veces los refugiados son vistos como chivos expiatorios. En el 2014, Human Rights Watch denunció el hecho de que 45 municipalidades habían impuesto toques de queda a personas “extranjeras” tras enfrentamientos entre locales y refugiados. Después de que algunos combatientes sirios infiltraron la ciudad fronteriza de Ersal y mataron a 18 soldados libaneses, el miedo de que el EI esté a las puertas de Líbano también ha provocado el refuerzo de la seguridad. La consecuencia es un círculo vicioso demasiado conocido.

El comportamiento de algunos ciudadanos sirios, ante esta percepción y su situación precaria, puede tornarse violento, a lo cual responderán, o precederán, los libaneses con intolerancia, pues a veces hasta son capaces de incendiar campamentos. Estas tensiones en el lugar de los hechos y los miedos de la población se cristalizan alrededor de la oposición de las dos principales coaliciones políticas; una es más favorable al régimen de Damasco, e incluye al Hezbolá, la otra está claramente en contra y cuenta con el Movimiento del Futuro, dirigido por el hijo de Rafiq Hariri, cuyo asesinato en el 2005 a menudo es atribuido a los sirios o, por procuración, al Hezbolá.

Para Habbouba, el problema es, por lo tanto y ante todo, político, en lo que concierne la percepción de los refugiados pero sobre todo en la gestión global del sistema público. Este sistema es el que hace presión sobre los pueblos y puede empujarlos hasta el límite y, por último, a la violencia.

“El problema es que en Líbano no se hace ningún esfuerzo para mejorar realmente nuestro sistema público. Es un sistema débil, que de por sí no es suficiente para los libaneses. Líbano debería sacar provecho de esta situación, que pone en evidencia las fallas del sistema, para mejorarlo de una vez por todas”.

¿Volver a movilizar a la comunidad internacional mientras se pone fin al conflicto?

En enero de 2015, el Programa Alimentario Mundial amenazó con suspender su ayuda, lo cual permitió que la comunidad internacional se sintiera involucrada nuevamente. Aunque la mayoría de los 4 millones de refugiados se concentran en los países limítrofes, esperando que se termine el conflicto para poder regresar a casa, la duración del conflicto necesita la ayuda de países que están más alejados, pero que tienen medios más importantes. La admisión de refugiados por parte de los países más desarrollados va mejorando, aunque muchos critican la lentitud del sistema, de los procesos de selección y las cuotas que son juzgadas demasiado bajas.

Por ejemplo, París acoge a menos refugiados sirios que Alemania, pero se jacta de garantizar la calidad y el seguimiento de la acogida. Aunque esto es digno de elogio, la rapidez y la eficacia son las palabras clave, dada la precariedad cotidiana de la gestión de los refugiados en Líbano.

Notez