Aumento de la germanofobia

Corentin Corcelette, traducido por Romane Parnet
13 Décembre 2014



“Con la crisis, temo una movilización germanófoba.” Declaró en 2012 Daniel Cohn-Bendit, ex diputado europeo, germanófilo y europeísta. En efecto, desde los movimientos de rebelión en las clases populares en los países del Sur hasta las críticas por la elite política en Francia, la germanofobia gana terreno. Análisis.


Credito Reuters
Credito Reuters
Los resultados de las elecciones europeas de mayo de 2014 desempeñaron el papel de reflejo del aumento de la germanofobia en Europa. “140 diputados eurófobos entraron en la Asamblea Europea”, anunció Le Parisien después de las elecciones. En Suecia, Finlandia, Hungría, España, Polonia, Austria e Italia las ideas eurófobas han entrado en los parlamentos. En el Reino Unido, Dinamarca, Grecia y en Francia, los partidos euroescépticos son los más populares. Parece difícil negar que detrás de esos rechazos de la Unión Europea se esconde en realidad un rechazo de la política que está dirigida con una mano dura por la canciller alemana Angela Merkel. Los movimientos que ocurrieron  desde el inicio de la crisis han sido solamente el indicador de este fenómeno. 

Las formas de la germanofobia en Europa

Entre Europa y Francia, una vez al año no hace daño, Alemania se hace percibir de una manera diferente. En primer lugar, en Europa y más precisamente en los países del Sur, las reacciones germanófobas son muy violentes y vienen del pueblo. Este último se puede definir, en este caso, como todos los ciudadanos que no se sienten representados por los órganos institucionales. Así, en España, el famoso periódico El País publicó “Merkel como Hitler, ha declarado la guerra al resto del continente para garantizar su espacio vital económico.” En Valencia, miniaturas de la canciller disfrazada de vikingo con un hacha en la mano han sido quemadas. Durante la visita del “tirano de Europa” a Madrid en septiembre de 2012, eslóganes como “No queremos una Europa alemana” o “Merkel go home” surgieron en las calles. En Portugal, en noviembre de 2012, durante la visita de la canciller alemana, podíamos oír “Portugal no es el país de Merkel” en las calles.

Sin embargo es en Grecia donde las reacciones han sido más violentas. El 9 de octubre de 2012 se alcanzó el paroxismo de la germanofobia con el uso de clichés haciendo referencia al nazismo y al imperialismo alemán. El casco a punta, la cruz gamada y la bandera nazi mezclada a la bandera de Alemania fueron quemados en las calles de Atenas. Los eslóganes también son violentos “no al IV Reich” gritaban algunos jóvenes disfrazados con uniformes SS, los brazos extendidos. Estas reacciones son tanto más virulentas en Grecia por diferentes razones. Es, en primer lugar, el país más golpeado por la crisis y por tanto, la primera víctima de los planes de austeridad. Antes de 2012, la pareja Merkozy podía cubrir las apariencias de una gestión europea de crisis. Pero hoy, las políticas de austeridad son en su totalidad la culpa de Alemania, con o sin razón. Además, los griegos siguen teniendo en la mente que durante la Segunda Guerra Mundial, la represión de la resistencia fue sangrante. Las tropas de ocupación hicieron padecer hambre al pueblo griego, lo que provocó la muerte de 500 000 griegos mientras que Grecia contaba solamente 7 millones de habitantes en ese momento.

El odio de Alemania a través de declaraciones políticas francesas

En Francia, se habla de “enfrentamiento democrático”. La germanofobia se encarna bastante a través de declaraciones políticas que emanan de las elites de izquierda. Aunque cada vez más desconfiada, la población sigue siendo mucho más moderada que el resto de Europa. No es el caso del gobierno que está en el poder. En mayo de 2013, el diario Liberation escribía: miembros del gobierno y responsables del partido socialista “declaran la guerra” a Alemania. En 2011 Arnaud Montebourg ya había comparado a Merkel al “canciller de hierro” Bismark, durante las elecciones primarias ciudadanas en Francia. En efecto, explicaba que “Bismarck tomó la decisión política de reunificar los principados alemanes para dominar a los países europeos, más precisamente a Francia. Con una similitud sorprendente, la canciller Angela Merkel quiere salvar sus problemas interiores imponiendo el orden económico y financiero de los conservadores alemanes al resto de Europa.” Jean-Luc Mélanchon, presidente del Frente de Izquierda, quien hace de la germanofobia uno de sus temas centrales, explica naturalmente que “nadie quiere ser alemán.”

Algunos consideran a esas personalidades como agitadores políticos pero no los únicos que critican a Alemania. François Hollande habla de una “tensión amistosa” y Claude Bartolone, presidente de la Asamblea Nacional francesa, añadió: “François Hollanque llama esto una “tensión amistosa”, para mí es ni más ni menos una tensión, y si es necesario, es una confrontación.” Finalmente, el partido socialista escribió “El proyecto comunitario de Europa está herido por la intransigencia egoísta de la canciller Merkel que solo piensa en los ahorros de los solicitantes que están del otro lado del Rin, en su balanza comercial registrada por Berlín y en su futuro electoral.” La derecha denuncia este abuso de nacionalismo pero,  ¿acaso el UMP es amnésico?

En efecto, en 2007, en plena campaña presidencial, Nicolas Sarkozy declaró: “Francia jamás cedió a la tentación totalitaria. Jamás ha exterminado un pueblo. No inventó la solución final, no cometió un crimen contra la humanidad, ni un genocidio.” Parece difícil criticar la germanofobia de la izquierda francesa con este discurso.

Las explicaciones del desarrollo de la germanofobia

Georges Valence proporciona algunos elementos de respuesta en su libro “Pequeña historia de la germanofobia.” El miedo del enemigo hereditario sique estando presente en las mentes. Konrad Adenauer ya lanzó una advertencia al final de su vida diciendo “En cuanto Berlín vuelva a ser la capital, - es decir durante la reunificación de Alemania con la caída del muro de Berlín- se despertará la desconfianza del extranjero.” En efecto, Alemania ha recuperado todo su poder y las relaciones de fuerza han cambiado. El poder industrial y demográfico del país aplasta Francia, y en consecuencia de esta hegemonía, Francia, que está frustrada, pierde terreno en la escena europea.

Después de este argumento histórico, viene un segundo factor, que desempeña un papel importante y parece estar al origen de la germanofobia. Es la gestión de crisis brutal de Angela Merkel. Esta gestión es considerada como egoísta y dura hacia los pueblos europeos sobre-endeudados. El sentimiento de superioridad mostrado a veces por la clase política alemana provoca a los europeos, que no se privan de reír ante los pocos reveses de Alemania. Estamos actualmente en una guerra de todos contra todos. Entonces, claro que la canciller puede imponer su punto de vista porque solo Berlín tiene los reales medios financieros para rescatar a los estados en quiebra, pero su arrogancia, además de su tono paternalista, exaspera tanto como su personalidad de sermoneador. 

El intelectual Jean-Louis Boulanges, ex diputado europeo, explica que Merkel recuerda que los hombres viven en la tierra para sufrir. Si los griegos tienen que pagar muy caro los intereses de su deuda y privarse para esto, es porque pecaron. Alemania debe permanecer prudente porque el abuso de moralismo siempre es peligroso en las relaciones internacionales. Esta vez casi mató al euro y a Europa. Algunos alemanes comparten este punto de vista, es el caso del sociólogo Ulrich Beck que ve en la tendencia de Alemania a imponer un modelo de gestión económica, su propio modelo, que sería el único posible, como una especie de nacionalismo. Explica que “podríamos resumir esa nueva identidad así: no somos los maestros de Europa, pero somos sus mentores. Este nacionalismo del somos-de-nuevo-importantes-y-sabemos-lo-que-sugiere está enraizado en lo que podemos llamar “el universalismo alemán””.

La teoría de la conspiración de Emmanuel Todd

Emmanuel Todd, historiador, demógrafo y politólogo francés, regularmente invitado en los platós de televisión se hizo preguntas sobre las verdaderas intenciones de Alemania. Ve incluso en Alemania nuestro enemigo público n°1 y explica que “el aumento de la potencia de Alemania es algo no deseado, algo accidental, un efecto de su historia económica.” Denuncia un sistema jerarquizado con los parias del sur que despreciamos, Francia en brillante segundo y Alemania como poder hegemónico central, que domina los otros países. En efecto, dice que no entendimos que Alemania adopta una estrategia nacional de toma de control de Europa y de aislamiento de Francia.
Utiliza el ejemplo de Malí, diciendo que cuando Francia intenta hacer algo en su espacio natural de influencia, el mediterráneo y África, Alemania intenta poner obstáculos en nuestro camino. En lo que concierne Malí, Alemania induce actitudes negativas, lo que probablemente impide que otros países nos ayuden. Es un caso típico de tentativa de aislamiento de Francia por Alemania.

En su reflexión, se hace también esta pregunta: Alemania controla Europa ¿entonces por qué impone políticas restrictivas? Mientras que su interés es que sus vecinos consuman más pues Alemania es el segundo exportador a nivel mundial. O es una lógica simplemente irracional, una especie de masoquismo, una mentalidad de auto disciplina y de auto punición o el ámbito es eliminar la competencia intraeuropea. Porque si Alemania quisiera dominar Europa, lo haría. Por ejemplo, la industria francesa ha sido más golpeada por el bajo consumo porque no exporta mucho. Entonces en unos años las grandes industrias francesas, italianas, españolas etc., habrán desaparecido y el camino estará libre para los alemanes. Otra vez podemos ver el proceso de aislamiento de Francia por Alemania.

El futuro de la relación Franco-Alemana

El futuro parece muy oscuro para las relaciones Franco-Alemanas. En efecto, del otro lado del Rin, Francia es percibida como un país en declive, que forma parte de la lista de los países enfermos e inmóviles, preocupados por esconder sus debilidades, como lo explica el periódico alemán Der Spiegel. Frankfurter Rundschau habla de Francia como la “pequeña gran nación”, alusión a un contraste entre la voluntad de jugar con los mayores y una realidad económica que traduce el debilitamiento del país. Además, los medios de comunicación alemanes se molestan por las posiciones de Francia “El partido socialista en el poder descubrió algo formidable: Todo es la culpa de Alemania”, se burló por ejemplo el periódico Handelsbatt. ¡Qué grande es el riesgo de ruptura! Así solo un 18% de los alemanes consideran hoy a Francia como un “socio privilegiado” mientras que eran un 41% en 2005. En Alemania no hablamos de pareja Franco-Alemana, y lo que es peor, Peter Sloterdijk habla también de una “des-fascinación mutua”, diciendo que existe una indiferencia cultural y de la sociedad que creciente entre los dos pueblos.

Para apaciguar estas tensiones, algunas condiciones son necesarias: Una voluntad política fuerte según el modelo de De Gaulle y Adenauer, Francia debe recuperar su sitio en la UE y Alemania no debe actuar sola. Pascal Perrineau dijo que “los estereotipos están durmiendo y pueden despertarse en un contexto donde Alemania está acusada de no actuar en equipo con Europa, de ser demasiado rígida, de tener objetivos imperialistas… ¡Como durante las tres guerras contra Francia!” Sin embargo, ambos países no parecen capaces de adoptar una política económica común, a pesar de que hoy las relaciones entre los países están impregnadas de economía. El proyecto europeo está en peligro y parece que nadie puede intervenir. Sin hablar de odio, la ruptura entre Francia y Alemania parece inevitable y es, sobre todo, una condición indispensable para el retorno del crecimiento en Francia. 

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