Beirut: cicatrices de guerra (2/2)

Salomé Ietter, traducido por Margarita Rojas
27 Octobre 2015



Para finales de los 80, el fin de la guerra del Líbano se aproximaba, dejando en un caos total a un país que 20 años atrás vislumbraba un futuro prometedor. Dicha guerra, percibida como estéril y destructiva, proveyó en realidad el medio propicio para la consecuente reconstrucción de la sociedad. Lo que no te mata te hace más fuerte: este es la caso de la sociedad libanesa que, a pesar de los conflictos sociales y la tensión política actuales, hace muestra de su capacidad para sobreponerse y ver el futuro con esperanza.


Crédito Salomé Ietter
Crédito Salomé Ietter
De los enfrentamientos ocurridos durante los años 80 destaca la “guerra de la montaña” en la región del Chuf. La “guerra de la montaña” fue un enfrentamiento importante ocurrido en Chuf entre los años 1982 y 1984. En esta, los milicianos falangistas y las fuerzas israelíes atacaron la comunidad musulmana de los Drusos que se encontraba en retirada en la montaña. Durante el mismo periodo se creó el Hezbolá e inició la rivalidad de éste contra el movimiento Amal. Ambos grupos se declaran de confesión islam chiita y encarnaron las protestas de la población del Sur del Líbano que sufrió la incursión de los israelís contra los refugiados palestinos. Las fuerzas internacionales llegaron a Beirut en 1982 pero sólo permanecieron ahí hasta 1984. En efecto, la llegada de las tropas estadounidenses, consideradas como aliadas de Israel, agravó el conflicto. En abril de 1983 un atentado suicida contra la embajada de Estados Unidos dejó 63 muertos y varios heridos.

El conflicto parece no tener solución. Los diversos grupos no logran ponerse de acuerdo sobre las prioridades para su resolución. Por un lado, la izquierda y los chiitas consideran que el remedio es abandonar el comunitarismo político y promover la unión del país. Por el otro, la mayoría de los grupos cristianos se niegan a dejar su futuro en manos de las tropas extranjeras pero sobretodo en manos sirias. En 1988, luego que las elecciones presidenciales fueran saboteadas por las milicias, Michel Aoun es nombrado presidente interino.

El proyecto del consejo presidencial es el de integrar tres cristianos y tres musulmanes en el gabinete, pero éstos últimos se niegan a ello y han formado su propio gobierno al oeste de Beirut. Así, ambos mandos coexisten, uno dirigido por Michel Aoun y el otro por Selim al Hoss, el cual, cuestiona la postura independentista de Aoun. Este último, en lugar de ocuparse de la elección de un presidente legítimo, se ha dedicado a expulsar a las tropas sirias del Líbano. El 22 de octubre de 1989, los reyes de Jordania, de Arabia Saudita y el entonces presidente de Argelia, firmaron un acuerdo en la ciudad de Taif en Arabia Saudita, cuyo objetivo era restablecer el equilibrio del poder.

Con el término de la guerra y la firma del acuerdo de Taif, la presencia Siria en el Líbano se intensifica. Como agradecimiento por el apoyo recibido durante la guerra del Golfo, los Estados Unidos autorizan la intervención de las tropas sirias en Líbano, con el objetivo principal de deshacerse del general Aoun. Durante dicha ocupación, la cual terminaría en 2005, muchos libaneses se declaran pro-sirios o anti-sirios, una división que todavía está presente en las discusiones políticas durante las comidas en familia o en los debates intelectuales.

En 1988, el padre de Dania la envió a ella y a su hermana a casa de su abuela en las altas montañas de Beirut. Dania todavía recuerda el día en que su padre las llevó al centro de la ciudad por primera vez un mes antes del fin oficial de la guerra. Todo estaba en ruinas, hundido en penumbras. “Recuerdo que era horrible y yo sólo deseaba irme a casa. No veía ningún símbolo en todo aquello, todo era destrucción”.

La estatua de los mártires, Beirut. Crédito: Salomé Ietter
La estatua de los mártires, Beirut. Crédito: Salomé Ietter
En el centro de la ciudad, se encuentra bien emplazada una estatua que originalmente rendía homenaje a los mártires libaneses que fueron sentenciados a la horca durante el gobierno otomano. Pero desde 1989 tiene una doble significación. Deteriorada por la guerra y perforada por las balas, forma parte del simbolismo del periodo de la posguerra donde todo está hecho para evitar el olvido. Para Dania esta escultura es, sobre todo, la representación de un periodo siniestro en el que los libaneses se mataban entre ellos, el recuerdo de una guerra que hasta nuestros días no tiene explicación ni sentido. La guerra dejó 150 000 víctimas y miles de deportados y desaparecidos, además de grandes problemáticas. Muchos estudiantes e investigadores indagan sobre este tema, sobre la capacidad de resiliencia de la población, así como sobre la economía de guerra. Este último punto exige ser esclarecido al contar con testimonios como el de Dania: “el único lugar a salvo de la guerra fue la calle donde se encontraban la mayoría de los bancos”.

Según Dania, el periodo de ocupación siria que siguió fue una época de paz notable marcado por la reconstrucción del país y el boom económico. Los emigrantes regresaron al Líbano, los restaurantes reabrieron sus puertas, el número de bodas estalló. “Sorprendentemente, esa fue la época más pacífica que mi generación haya vivido”. Pero este periodo estuvo también marcado por prácticas dignas de una dictadura. Así pues, la presencia Siria, resultado de la guerra civil, confirmaba el apodo de “Prostituta del Medio Oriente” que muchos libaneses dan a su país. Esta hermosa nación se ha dejado invadir y dirigir por los intereses de otros gobiernos y pueblos a lo largo de la mayor parte de su historia.

Más vale reír que llorar

Cuando se habla de cosas dolorosas como la guerra, surge una “filosofía de vida”, el cerebro tiende a amortiguar el dolor, a reír en lugar de llorar. “Somos más fuertes de lo que pensamos, cuando cuentas lo sucedido, te dices: “quizá no sobreviva”. Pero uno se vuelve otra persona. Te adaptas inmediatamente a la situación y así sobrevives. Es sólo después, cuando la situación se termina, que te sientes cansado y hasta tienes pesadillas”. Una psicoterapeuta de Dania señala que después del conflicto “los libaneses desarrollaron una resistencia extrema. Cuando estás en constante shock sin ser afectado directamente, comienzas a adaptarte, a volverte cada vez más fuerte. Comprendes mejor el mecanismo humano, el cual es capaz de adaptarse por sí mismo. Puedes curarte o enfermarte mientras el shock no sea traumatizante”.

Bajo el puento Fouad Chehab. Crédito: Salomé Ietter
Bajo el puento Fouad Chehab. Crédito: Salomé Ietter
“Before I die” (antes de que muera) es un proyecto pensado por la artista estadounidense Candy Chang en 2012, el cual se ha propagado en más de 70 países. La idea ha sido retomada por estudiantes y aplicada en varias paredes del Líbano. Esta es una bella manera de involucrar a los ciudadanos en el esfuerzo colectivo para la impulsión del país. En abril de 2015, los pilares del puente de Fouad Chehab, localizado sobre la antigua línea verde, fueron también transformados en muros interactivos.

La guerra, una idea todavía latente

El fantasma de la guerra sigue merodeando a la sociedad libanesa. No obstante, la filosofía general es la de vivir el presente: “Sabemos que la guerra puede estallar mañana y no podríamos hacer nada al respecto. La vida sigue y sólo nos queda aprovechar lo que tenemos hoy. Eso no debe impedirnos hacer proyectos, a pesar de todo no tenemos miedo”.

La guerra está cerca: la población siria la vive desde el 2011 y una parte de esta se refugia en el Líbano donde las tensiones aumentan. Uno de los trabajos de Dania como ilustradora de libros infantiles, fue la realización de un folleto que instruye a las familias sirias sobre qué hacer en caso de un bombardeo. Un trabajo extremadamente difícil según su perspectiva de madre: “Fue muy duro para mí tener que hacerlo con desapego. Estaba estresada y triste ya que me recordó nuestra guerra e historia. Pensamos haber superado el miedo pero en realidad sigue ahí, esperando el momento preciso para aparecer”.

La lucha contra las minas, legado de la guerra

Este asunto concierne dos puntos: los problemas originados por guerras anteriores y los de las guerras recientes. El Líbano ha impulsado varias iniciativas para luchar contra las minas terrestres. En conjunto con la coordinadora del Centro de Recursos sobre las minas terrestres, Habbouba Aoun, y con la ayuda de estudiantes, Dania colabora en la puesta en marcha de proyectos de sensibilización de la ciudadanía sobre el peligro de las minas.

El objetivo de dicho Centro es mejorar la vida de personas afectadas por las minas. El problema de las minas es el resultado de 15 años de guerra civil y de 22 años de ocupación. Este Centro intenta, con la ayuda de la ONU, contabilizar las minas existentes, las cuales eran 150 000 en el 2000, sin contar las de las zonas ocupadas.

Dibujo de un estudiante. Crédito Salomé Ietter
Dibujo de un estudiante. Crédito Salomé Ietter
Después de la liberación, en el Sur y el Oeste de la Bekaa se contaron aproximadamente 130 000 minas terrestres. Israel también admitió haber plantado 70 000 minas. El objetivo principal es identificar las zonas peligrosas y señalarlas. Además de las 2800 víctimas que provocaron, el impacto socio-económico causado es de gran importancia para el país. Existen zonas agrícolas enteras minadas en el pasado y que ya no son aptas para explotación en el presente. De la misma manera, en algunas zonas, el acceso a servicios y ciudades se ha dificultado como consecuencia de la destrucción de caminos. Todo ello, aunado a la falta de reconstrucción de las infraestructuras esenciales, ha empeorado la calidad de vida de las familias afectadas.

“No toquen, no se acerquen, señálenlo” Crédito Salomé Ietter
“No toquen, no se acerquen, señálenlo” Crédito Salomé Ietter
Otro de los objetivos es sensibilizar a las personas en riesgo para que sigan la regla de oro: “No toco, no me acerco, y lo señalo”. Frase que figura en una de las pinturas hechas por alumnos de Beirut y que fue seleccionada por Dania para participar en un concurso interescolar con fines preventivos.

Crédito Salomé Ietter
Crédito Salomé Ietter
Estas son memorias importantes para algunos, horrores del pasado para otros, este legado y su influencia en el presente del país conservan su importancia. Por otro lado, las cicatrices visibles, los recuerdos de los libaneses son también una forma de ver la guerra desde otra perspectiva, desmitificar los relatos y comprender la humanidad que se desprende de ellos.

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