Brasil, en el corazón de un país bajo tensión

Thomas Nogris, traducido por Fanny Lutaud
19 Octobre 2015



Desde hace dos años, Brasil está atravesando un amplio movimiento de reivindicaciones sociales. A esta difícil situación, se debe añadir un clima político especialmente tenso desde el caso Petrobras, que fragiliza el poder establecido. Acontinuación, un análisis de la situación del país, del orden y del progreso.


Créditos DR
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El sábado 27 de junio del 2015, Paraguay venció a Brasil por penales durante la Copa América, el equivalente sudamericano de la Eurocopa de fútbol. Esto fue una decepción más en un país que además atraviesa una grave crisis social. Incluso el equipo nacional de fútbol, que fue durante mucho tiempo el gran orgullo del país, ya no da más ilusión. Entre el 2013 y el 2014, este mismo equipo había estado en el epicentro de las discrepancias, cuando en todo el país, estallaron movimientos de protesta contra los gastos vinculados a la Copa Mundial.

Según una gran parte de la población este dinero se utiliza mal. A pesar de un apego visceral a este deporte, la población todavía lamenta el despilfarro de los fondos públicos destinados a la construcción de inmensos estadios en vez de invertirlos en nuevas infraestructuras y reformas económicas y sociales consideradas como indispensables. La mediatización masiva del evento había permitido transmitir dicha situación más allá de las fronteras brasileñas. Sin más agitación ni cámaras internacionales presentes, hoy una constatación de decepción e insatisfacción de la población sigue imponiéndose.

Protestas y austeridad en el centro de la agenda política

El 29 de enero del 2015, el metro de Sao Paulo presenció violentos enfrentamientos entre jóvenes brasileños y las fuerzas del orden. Los manifestantes estaban protestando contra un nuevo aumento en el precio del transporte, que pasaría de 3 a 3,5 reales, o sea alrededor de 1,15 euros por un billete de autobús. El objetivo era recordar a las autoridades brasileñas que el pueblo sigue esperando firmemente nuevas reformas. El sector del transporte público, primer escape para los manifestantes en el 2013 y el detonante de una importante crisis social en Brasil, fue la gota de agua que ha colmado el vaso para el pueblo, como lo atestigua el eslogan que reunió a tantos brasileños en la calle: “Não é só pelleos 20 centavos”, lo que significa “No es sólo por los 20 céntimos”.

Hoy el pueblo sigue esperando la modernización prometida por el gobierno. “Los brasileños están enfadados, porque a pesar de las promesas de mejorar las infraestructuras durante la candidatura de Brasil, especialmente en el ámbito de los transportes, hoy realmente nada ha cambiado y los estadios construidos para la Copa Mundial no tienen ninguna utilidad para Brasil” explica Bruno, estudiante brasileño actualmente expatriado en los Estados Unidos. Ilustra este despilfarro con el ejemplo del nuevo estadio Amazonia Arena en Manaos, que hoy ya no se utiliza.

Desde hace dos años, en el país entero, la población pide reformas sociales en profundidad. Primero en el ámbito del transporte, pero también en el de la salud y de la educación, que parecen demasiado desiguales y reservados a las clases superiores de la población. El desarrollo de dichos servicios públicos no ha seguido la misma tendencia de fuerte crecimiento del país y hoy están sobrepasados. El pasado mes de abril, estallaron manifestaciones por todo el país a pesar de una tregua general de los movimientos de protesta. Unos profesores se habían movilizado después de los primeros debates parlamentarios sobre el estudio de un proyecto de reforma de la educación, que el cuerpo docente consideraba como insatisfactorio.

Esta modernización de los servicios públicos resulta aún más difícil, puesto que Brasil tiene que actuar con dificultades económicas y una política de austeridad que fueron implementadas por el poder existente para luchar contra la fuerte recesión del año 2014. Por falta de un terreno común de entendimiento firme en la mayoría, dichas medidas de austeridad no tuvieron los efectos esperados.

Una situación delicada para Dilma Rousseff

Ya fragilizado por un entorno socio-económico tenso, el poder político brasileño se vio sumido en un gran escándalo financiero a comienzos del año 2015. La presidenta Dilma Rousseff, líder del Partido de los Trabajadores, que ejerce su segundo mandato desde de su difícil reelección en el otoño del 2014, se encuentra en una situación crítica después que su nombre apareció en el caso Petrobras. Este gran escándalo de corrupción salpicó a unos cincuenta cargos políticos brasileños, acusados de haber percibido casi 4 mil millones de dólares de soborno por parte del gigante petrolero Petrobras desde hace unos quince años. Estos importes debían asegurar la adquisición de contratos públicos muy prometedores. Indirectamente afectada por este escándalo, y a pesar de la ausencia de pruebas que la incriminen, Dilma Rousseff se encuentra en su nivel más bajo en las encuestas de popularidad.

La presidenta, que hasta marzo formaba parte del Consejo de administración de Petrobras, primera empresa del país, sólo alcanza 8% de opiniones favorables. Peor, según sus oponentes del Partido Centrista, podría estar obligada a dimitir. En cualquier caso, es lo que pide hoy una gran parte de la población. Dos tercios de los brasileños serían favorables a un cambio anticipado de presidente, “sobre todo en el Sur, donde la gente, más rica y más educada, invoca el impedimento previsto en la Constitución brasileña”, según Bruno. El domingo 16 de agosto del 2015, alrededor de 500,000 brasileños salieron otra vez a la calle para pedir la dimisión de Dilma Rousseff.

Líder del Partido de los Trabajadores, en el poder desde el año 2002 y teniendo como objetivo la reducción de las desigualdades, Dilma Rousseff tendrá mucho trabajo en los próximos meses, con un desafío importante: la acogida de un nuevo evento mundial, los Juegos Olímpicos de Rio 2016, cuya organización se desarrolla por el momento sin errores visibles. A pesar de todo, Bruno, originario de Rio, explica que “muchos Cariocas dudan del buen uso del presupuesto reservado a la organización, y temen que los gastos sean otra vez más sin real interés para la población.” No cabe duda que dichos Juegos Olímpicos pondrán de nuevo a Brasil en el centro de la actualidad en 2016, con todos los riesgos que esto comporta.

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