En India del sur, estudiantes de Pondicherry en huelga anti-corrupción

SocialVigil, traducido por Maria Alejandra Paixão
6 Septembre 2015



El pasado lunes 27 de julio marcó el comienzo de una huelga estudiantil en la universidad de Pondicherry contra la corrupción de su vice-canciller, Chandra Krishnamurthy. La India despierta su consciencia frente a los desafíos políticos y sociales.


Crédito: Lala
Crédito: Lala
Durante el fin de semana, rumores se regaron por Pondicherry sobre una huelga que comenzaría el lunes 27 de julio en la universidad de la ciudad. La noticia no tuvo mucho crédito. ¿De qué manera un campus tan inmenso – en donde el precio de la matrícula es motivo para limitar las admisiones – podría llegar a criticar el orden social? Ese lunes, sin embargo, a las 8 y 40 de la mañana, el país se despertó: los estudiantes se sentaron frente a las cuatro puertas de la universidad para impedir el paso del personal y de los policías.

El origen de la discordia

La reivindicación es sencilla: los estudiantes piden la dimisión inmediata de la vice-canciller de la universidad, quien es a la vez el miembro principal de esta. El discurso de los insurgentes está bien construido y no faltan los argumentos para explicarlos motivos de la huelga. Existen sospechas de corrupción financiera. Justo cuando la universidad había logrado desbloquear los fondos para construir una residencia estudiantil con capacidad de 2000 personas, dicha construcción  no llegó a ver la luz del día y el financiamiento fue redistribuido en condiciones bastante obscuras.

Algunos días antes, un profesor de la universidad contaba que hacía algunos años, el transporte dentro del campus era posible gracias a las miles de bicicletas prestadas a los estudiantes, al igual que los carros eléctricos. Hoy en día, no hay rastro de esta movilidad sostenible. Los gastos de la vice-canciller también son denunciados: cinco millones de rupias (cerca de 70000 euros) para la renovación de su residencia, el paso de uno a tres vehículos de función y facturas de transporte y telefonía extravagantes.

Más allá de las derivas financieras,  la mala gestión es tema prioritario para los huelguistas. Los edificios construidos no están abiertos a los estudiantes, los plazos para obtener los diplomas sobrepasan un año, la privatización de los exámenes sale más cara que lo normal, e incluso el acoso de estudiantes por parte de personas ebrias en el campus ya no es un tema tomado en serio por la administración.

Crédito: SocialVigil
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El bienestar de los estudiantes no es tema de preocupación para la dirección. Las residencias estudiantiles ya no pueden acoger sino el 40% de los recién llegados, y esto en condiciones rudas, ya que cuatro alumnos son hacinados en cuartos diseñados para dos. Algunas de las residencias ya ni tienen fuentes de agua potable, lo que resalta la falta de agua potable en el país. Respecto a todos los estudiantes, el precio de la matrícula subió enormemente mientras que ningún financiamiento le fue dedicado a la compra de libros desde los últimos dos años.

Aswin, estudiante obligado a esconder su rostro por miedo a las represalias de la policía o de la administración, habla de los fraudes científicos cometidos por la vice-canciller. Con pruebas escritas para corroborar, varios de los diplomas de Krishnamurthy provienen de una universidad en Sri Lanka que simplemente no existe. De los tres libros que pretende haber publicado, dos son meras invenciones, al igual que sus artículos científicos. Podríamos seguir con las supervisiones de tesis: nueve en su hoja de vida, de las cuales dos son verdaderas. Es lo mismo para los proyectos universitarios.

El folleto detallado de los estudiantes habla de algo que sin duda es más grave: la violación de los derechos humanos y la barbarie. Un alumno que fue insultado y torturado, y muchos de los que se atrevieron a hablar, expulsados y amordazados. Una de las huelguistas, quien prefiere quedar en el anonimato y cuyo pseudónimo es Sn, cuenta que dos chicas recibieron amenazas sexuales por parte de un hombre. Cuando se reunieron con la vice-canciller, esta las suspendió en lugar de protegerlas.

Inercia política

Las acusaciones son de una gran importancia y se podría establecer una duda legítima sobre la veracidad de estas, aun cuando los documentos imprimidos por los estudiantes parecen ser serios. El folleto de dos hojas es extremamente detallado y explica cada uno de los cargos. También tienen un libreto plastificado, en el cual la hoja de vida de la vice-canciller es desmontada punto por punto, con el fin de probar los fraudes con la ayuda de unas copias de los documentos originales. Para Namy, estudiante huelguista, el comienzo de la toma de consciencia se remonta a dos años, y la organización de la contestación se ha venido realizando desde hace ya ocho meses. Ya se enviaron correos a la Unión India, organismo responsable de la universidad.

¿Cómo pudieron los estudiantes obtener acceso a tantos datos? La respuesta es simple: gran parte de los profesores de la universidad fueron víctimas de la dirección de Chandra Krishnamurthy y forman parte de la huelga, al menos tácitamente. Ese lunes por la mañana, cuando la policía amenazó con arrestar a los alumnos, se vio al secretario general de la Asociación de profesores de la Universidad de Pondicherry – la PUTA (Pondicherry University Teachers’ Association), por sus siglas en inglés – interponerse y tomar la palabra: “Sí la policía arresta a alguien, yo seré el primero”. La ovación es enorme, sellando la alianza en la lucha de profesores y alumnos.

Crédito: SocialVigil
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La situación es a duras penas creíble. Las pruebas son abrumadoras. Se sospecha que la vice-canciller, quien casi nunca ha enseñado, obtuvo su puesto por conocer a una persona de alto rango en el gobierno. Los rumores indican que fue el ministro del Interior. Fuera de este episodio de “paracaidismo”, la dirección de la universidad es alarmante, las transferencias financieras son dudosas, y el bienestar y la seguridad de los estudiantes están amenazados. En vista de esta configuración, la lógica sería que dicha persona presentara su dimisión. El problema es que ella sigue fiel y firme en su posición desde hace dos años, mientras que la situación empeora. La universidad de Pondicherry, la cual estaba en el top 10 de las universidades indias en el 2013, cayó al puesto 61 en el 2015. Frente a la inercia de los políticos, la única respuesta para los que se preocupan por la universidad, para los que aman enseñar o aprender, y para los que tienen una cierta noción de lo que es la educación, es la huelga.

Una huelga pacífica y valiente

La universidad india no es como la universidad francesa. La matrícula es cara, si se compara al ingreso promedio del país, y según la UNESCO, en el 2002, solo 1 niño de cada 10 alcanzaba los estudios universitarios. El respeto hacia los profesores es enorme, demostrado por el hecho de que a cada entrada y salida del profesor del salón, los alumnos se paran. No se puede comparar a los anfiteatros distraídos, allí donde los estudiantes llegan después del comienzo de la clase.

En este contexto, pese a la presión por parte de la policía o a los riesgos académicos en juego, centenas de estudiantes se quedan sentados para bloquear las puertas de la universidad. “Queremos justicia” o “En cada callejón de la ciudad, oímos decir que nuestra vice-canciller es una ladrona”, eslóganes traducidos del inglés y del hindi respectivamente, son cantos de motivación para la resistencia pacífica. El campus reúne estudiantes indios e internacionales, lo que permite una emulación cultural. Aunque Pondicherry se encuentra en la región lingüística tamil, el eslogan hindi representa a la India del norte, y el idioma inglés unifica la insurrección.

Crédito: SocialVigil
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Varias veces durante esa mañana, subió la tensión. Los policías, con su matraca de madera, azotaron a varios estudiantes sentados. Estos no cedieron a la violencia de los golpes, a las amenazas o a las amonestaciones morales de los oficiales. Solo había un eslogan a modo de respuesta. “Policía, ayúdanos”. También están los numerosos funcionarios de la universidad, en su mayoría, gente muy pobre. Una parte de ellos quería entrar a la universidad. Un hombre gritaba “Es mi lugar”, mientras le informaba a la asamblea que su trabajo en la universidad le permitía alimentar a su familia. Algunos de los funcionarios con motos intentaron atropellar a la multitud de estudiantes sentados. De nuevo, los insurgentes no cedieron: son valientes y están determinados a mantener el pacifismo.

En la patria de Mahatma Gandhi, líder de la no-violencia, es difícil entender a estas personas, dotadas de máquinas motorizadas, que piensan que esta causa es se puede atropellar. ¿Acaso defienden la lógica de la vice-canciller? ¿O simplemente no quieren que nada perturbe su manera rutinaria de ir al trabajo, por más que sea una cuestión ética? En cualquier caso, cuando los motociclistas hacen rugir sus máquinas humeantes frente a los estudiantes sentados, inamovibles y valientes, la imagen que viene a la mente es la de la plaza de Tiananmén. 

La absurdidad de la dirección de la universidad exigiría, por puro sentido común, un cambio en el equipo de dirección. Sin embargo, esto no es evidente, y el peso de la autoridad policiaca y administrativa puede acabar con esta reivindicación en cualquier momento. ¿De qué manera podrían algunos cientos de estudiantes y profesores enfrentarse a un Estado corrupto y terco, armado con matracas? Uno de los medios para traer a la justicia de vuelta sería la toma de consciencia ciudadana a través de los medios de comunicación, y el rechazo por cada uno de nosotros de la corrupción.

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