Estados Unidos: veterano de guerra en Afganistán vuelve sobre su experiencia (1/2)

Marine Mulcey, traducido por Aino Lehtonen
5 Mars 2015



El 31 diciembre de 2014, después de 13 años de enfrentamientos, la OTAN pone fin a su compromiso en Afganistán y pasa el relevo a las fuerzas armadas afganas. La guerra de Afganistán, mucho menos mediatizado que los combates en Irak pero también resultado de la “batalla contra el terror” de la administración Bush, provocó la muerte de aproximadamente 90 000 personas, de las cuales 2 356 eran soldados americanos. Originalmente era una respuesta a los atentados del 11 de septiembre. Aunque a menudo escuchemos oponentes o victimas testimoniar sobre la guerra, los soldados se expresan muy de vez en cuando sobre el tema. Sean, 31 años, está en el último año de pregrado en geografía en la universidad de Oregón. Es un veterano de la guerra en Afganistán a la cual participó entre 2006 y 2007, y hoy vuelve sobre su experiencia. Entrevista.


Crédito Derechos Reservados
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Le Journal International: ¿Cuál era tu papel en el ejército?

Sean: Estaba en la infantería, un mero E-4 (rango de soldado), nada extraordinario. Fui jefe de equipo durante un rato, pero principalmente formaba parte de la patrulla de combate. Un tío con un arma. En la patrulla había varios papeles diferentes, por ejemplo algunos transportaban las herramientas de la brecha – lo que se utiliza para romper las puertas –, otros cargaban explosivos o botiquines medicales, ese tipo de cosas. Yo era un granadero así que, en líneas generales, llevaba conmigo un montón de municiones para los lanzagranadas. También me cargaba de una radio durante un cierto tiempo y además conducía camiones algunas veces. 

JI: ¿Por qué decidiste ir allí?

Sean: En mi familia hay una tradición militar que remonta a la Revolución. Por eso siempre tuve la intención de comprometerme un día. Había prometido a mi madre que haría un año en la universidad, así que pasé un año estudiando y en cuanto terminé, me comprometí lo más rápido posible y fui al frente. En este momento las cosas estaban iguales tanto en Irak como en Afganistán. Y me sentía como si tuviera una especie de obligación. Había protestado contra la guerra en Irak antes de comprometerme pero mi opinión no tenía ninguna importancia. Era simplemente un cabrón con un panel. Y sentarse y decir eso no debería hacerse es inútil. Mientras que es muy diferente tomar un fusil e irse allá, hacer lo mejor posible para ser un buen soldado americano, hacer un buen trabajo. Así que finalmente fui a Afganistán en lugar de Irak, y eso me convenía perfectamente. Me propuse ir a Irak dos veces pero en esta época no pude irme.

JI: ¿Por qué no pudiste ir a Irak?

Sean: Cuando me presenté, estaban buscando miembros de infantería aerotransportada – los tíos que vuelan aviones – y yo no tenía esas competencias. 

JI: ¿En cuanto a tu experiencia en Afganistán, como era tu vida cotidiana de soldado americano allá?

Sean: Bueno, es difícil porque cada día es diferente. A fines del invierno de 2006, cuando llegamos ahí por primera vez, solamente efectuábamos ciertos tipos de misiones porque hasta ahora empezábamos a descubrir la región. Y después, una vez la primavera llegada, empezó lo que llamamos “la temporada de lucha”, y entonces se puede hacer mucho más. Así que nos levantábamos, desayunábamos, tomábamos una ducha y nos afeitábamos. Debíamos afeitarnos todos los días, es absurdo, pero es una regla que les gusta mucho y tiene un cierto sentido. Después de eso, normalmente nos íbamos de misión. Aportábamos asistencia humanitaria a algún sitio – o lo que se llama “MEDCAP”. Es un programa de ayuda médica a los civiles (Medical Civilian Assistance Programs). En grandes rasgos llegamos e instauramos un pequeño hospital de campo para los aldeanos. Todo eso es genial, está muy bien, estoy orgulloso… Pero la razón porque lo hacíamos era para tratar de lanzar un combate. Porque cada vez que sales de una base eres un objetivo de emboscada. Y eso es lo que intentábamos hacer: incitarlos a salir para que trataran de dispararnos, para que nosotros pudiéramos dispararles a ellos. Había cosas humanitarias; era el objetivo de la jornada. Pero también había esa cosa a mayor escala que consistía en tratar de lanzar combates. Hicimos eso en primavera y en verano, pero luego, en otoño… Una vez llegada la nieve, no podíamos hacer gran cosa. Y entonces es muy diferente. Cuando te encuentras atascado en la FOB (Forward Operating Base – Base operacional avanzado) intentas pasarla lo mejor que puedas. Incendíabamos cosas… Cosas estúpidas. Teníamos Internet por satélite para poder hablar con nuestros seres queridos en casa, así que hacíamos eso, dormíamos… Eso era cuando efectuábamos misiones desde la base, y entonces cada dos semanas cambiábamos posición con el puesto de observación. Los puestos de observación eran simplemente bunkers de bolsas de arena sobre una colina y dormíamos en el suelo o en un coche…  Y eso era completamente diferente porque venían con bastante regularidad a atacar los puestos. Quería decir que debíamos luchar, sin importar su número. Era muy intenso y muchas veces casi nos vencieron. Podía hacer tanto frío.

JI: ¿En verdad? Sin embargo se suele pensar que Afganistán es un país cálido.

Sean: Si, pero hay la cuestión con el desierto… ¿A veces pasas tiempo en el desierto?
Sean levantando la bandera americana en Afganistán
Sean levantando la bandera americana en Afganistán

JI: Nunca.

Sean: (risas) ¿Nunca? Deberías intentarlo un día. Hace mucho calor durante el día, ¡pero la diferencia de temperatura entre el día y la noche es alucinante! A veces hasta 50 grados (10 grados Celsius). Además en invierno estás a unos seis miles de pies de altura (aproximadamente 1800 metros), y hay días cuando la temperatura se mantiene inferior a cero grados y hay nieve en todas partes. Una vez, me encontré en medio de una tormenta de nieve, veía a través de una especie de visor que teníamos y mis guantes se congelaron sobre las manijas del telescopio. Por consiguiente tuve que dejarlosahí y cuando la gente quería utilizar el telescopio, ponían las manos dentro de mis guantes. El día siguiente tuve que descongelarlos. Hacía un maldito frío. 

JI: ¿Fueron atacados por los talibanes muy a menudo? 

Sean: Si, en las OP (operation postst – estaciones de operación) venían más o menos una vez por mes. Llevaban consigo la mayor cantidad de gente que podían obtener en la época. Porque era el año 2006, la época del “come back” de los talibanes, e intentaban convencer que podían vencer una unidad americana en los tiroteos cara a cara. Así que venían a nosotros, cien, doscientos tíos a la vez. No obstante, nos contentábamos con repeler el ataque. Normalmente, el comandante del ataque moría, y entonces tenían que esperar hasta que viniera otro y dijera “¡Podemos vencer a los americanos y yo sé cómo, voy a mostraros! ¡Recoged sus armas y seguidme! Y volvían, y les vencíamos otra vez.

JI: ¿Los afganos “no talibanes” eran hostiles o acogedores con ustedes?

Sean: Bueno, aquí las cosas se complican. Un “afgano medio” solamente intenta llegar al fin de su maldita jornada con vida. Los americanos van a sus aldeas y les hacen algunas peticiones: si nos apoyan, decidnos dónde están los talibanes o no importa, después les daremos cosas, y ellos dicen OK, voy a contarte algo, pero no todo lo que sé”. Porque en cuanto se vayan los americanos, los talibanes llegan y dicen Maldita sea, ¿qué les contaste a los americanos? Mataban, quemaron aldeas. Por consecuencia, un afgano medio juega un doble juego, tiene que intentar cooperar con nosotros, pero también con aquellos tíos. Se encuentra en una situación muy difícil, en lo que toca a la guerra entre los americanos y los talibanes.

JI: ¿Creaste lazos de amistad con algunos deellos? ¿O les habían dicho a ustedes de evitarlo? Porque todos los días podían perder a alguien... 

Sean: Verdaderamente no teníamos esta oportunidad a causa de la barrera lingüística. Solamente había un intérprete por aldea, así que no teníamos muchas oportunidades de hacer conversación. Pero los niños, podíamos jugar con ellos, y generalmente eran bastante geniales. Conocían la palabra para decir “bolígrafo” y también la palabra para decir “caramelo”, y te reclamaban una y otra vez, caramelo, caramelo. Normalmente eso era lo que hacíamos. El jefe del pelotón, nuestro jefe, cualquiera fuera la persona que viniera con nosotros, hablaba con los ancianos del pueblo. Y nosotros nos quedábamos en los alrededores y vigilábamos para ver si había malvados, y jugábamos con los niños. Con ciertos lo pasábamos bien. Por ejemplo hay la historia  de la niña sorda que te conté. Con los niños yo no era tan amigable como otros. No es que no me gusten los niños, me encantan, no sé… Mi tío hizo la guerra en Vietnam, hizo más o menos tres vueltas como soldado. Y los Viet-Cong utilizaban los niños. Daban una granada a un niño, extraían el pasador y decían Coge eso, y ve a dárselo a un americano. Y así llegaban y decían “¡Hey, toma esto, americano! Entonces vuela la cuchara y mata a todo el mundo. Siempre he guardado eso en mi espíritu – crecí con estas historias – cada vez que jugábamos fútbol o el mismo tipo de tontería. No sé, me preocupaba un poco. Los tíos con quienes trabajábamos todos los días eran guardias de seguridad afganos, formados por las fuerzas especiales americanas que habían llegado antes, y eran geniales. Aprendimos a conocer muchos de entre ellos, la mayor parte hablaba inglés. Tíos fantásticos. Me emocionaba cada vez que perdíamos a uno de ellos porque teníamos relaciones de trabajo íntimas.

JI: ¿Puedes contarme esta historia de la pequeña niña sorda una vez más?

Sean: Por supuesto. Había una pequeña niña en una aldea situada sobre nuestra ruta. Pasas por ahí, te detienes, dices buenos días, aquí tiene un poco de arroz o no sé qué. Ya nos habíamos familiarizado con este lugar porque el anciano de la aldea era muy simpático con nosotros, no estaba muy lejos de nuestro base. Y la pequeña niña era muy diferente de todos los otros porque era sorda. Corría por todas partes, hacía lo que quería, era un placer jugar con ella. Yo tenía un frisbee y lo lanzaba a los niños, me lo devolvían, y así sucesivamente. Algunas veces ella jugaba con el frisbee, pero nunca verdaderamente comprendió el juego. Podía atraparlo y yo hacía todo para que me lo devolviera, pero se contentaba con dejarlo caer e irse corriendo. Y en este periodo – creo que tenía más o menos diez años cuando estábamos ahí – los talibanes vinieron y dijeron: Ella tiene que empezar a cubrirse con un velo. Ella simplemente no lograba imaginar eso, no entendía. Nadie sabía verdaderamente comunicarse con ella, une lengua de señas afgana no existe o nada semejante. Así, acabaron decapitándole porque no se conformó con las leyes islámicas. Es increíblemente rajado, qué falta de compasión hacer prevalecer su pequeño libro idiota ante una malditavida humana. Y no memalinterpretes, yo no essoy aquí para juzgar o denigrar el Corán a favor de la Biblia o no sé qué. Me identificó más bien como ateo. Pero simplemente no puedo imaginar que se pueda matar a alguien con respecto a lo que han escrito en el libro.

JI: ¿Piensas que esta pequeña niña sorda entendía verdaderamente lo que estaba ocurriendo?

Sean: Me imagino que no. No sé a qué nivel estos niños entiendan lo que pasa. Y sobre todo, como lo dije, a los talibanes no les gusta lanzar ataques en las aldeas, porque no es bueno para ellos. Estamos ahí distribuyendo alimentos y nos disparan – no crea buenas relaciones públicas para los talibanes. Por consecuencia los niños tienen muy raramente la ocasión de ver el impacto de la guerra. Una vez hubo un incidente, alguien intentó enterrar un IED (Improvised Explosive Device – Artefacto Explosivo Improvisado). Le explotó entre las manos. (risas) No debería reírme pero es gracioso… Intentaba enterrarlo, explotó, y ocurrió justo dentro de una aldea. Quiero decir, es estúpido, ¿por qué hizo eso? ¿Pero qué podemos hacer?

JI: ¿Los niños de esas aldeas tenían la oportunidad de ir a la escuela?

Sean: Construimos una escuela para ellos, era la segunda vez que la construimos, porque habíamos sido obligados a hacerla estallar la primera vez. Y no sé si lo han explotado de nuevo, pero ahí estaba cuando me fui. Y era solamente un lugar. Veslo que quiero decir, estaba en una aldea, el centro de populación más grande de nuestra región. Y había centenares de niños, quizás incluso miles, que no tienen esa posibilidad. Si tienen algo, es para aprender el Corán, nada de cosas para los niños. Pero al mismo tiempo, la mayor parte serán productores de maíz, como sus padres, así que no sé, es muy difícil estimar. Aquí la parte “desarrollo” entra en el juego. Porque nos gustaría ver las mejores oportunidades, ¿pero son oportunidades de qué y para quién? ¿Para hacer qué? Son el huevo y la gallina entre la educación y la economía. ¿Cuál alimenta qué? Pienso que un cierto nivel de educación genera un cierto nivel de desarrollo económico. Pero también pienso que hace falta un cierto nivel de desarrollo económico antes de que la educación pueda tener un impacto benéfico. 
Sean en Afganistán
Sean en Afganistán

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