Guinea: La piratería, de local a internacional

Dimitri Touren, Traducido por Emmanuelle Blénet
3 Février 2016



Actualmente en misión en el Golfo de Guinea, el navío francés BPC Mistral se enfrenta con el epicentro de la piratería mundial. El Golfo de Guinea y las costas nigerianas alojan grupos piratas cada vez más violentos que desde hace 10 años no paran de hacer fracasar a los Estados de la región. Los medios empleados, especialmente por los países europeos, demuestran los retos económicos y energéticos encontrados en esta región crucial para el comercio africano del petróleo y del gas natural.


Créditos Cyrille Le Déaut
Créditos Cyrille Le Déaut
El Golfo de Guinea es una zona rica en recursos naturales que acoge un tráfico marítimo importante. Las reservas de petróleo de esa región constituyen un 8% de las reservas mundiales demostradas. También es una región con, en efecto, gas natural y con recursos pesqueros. Por consiguiente, el tráfico marítimo se intensificó mucho en los últimos decenios y crea tantos blancos potenciales para los grupúsculos piratas. La mayoría de sus ataques se dirigen contra navíos que transportan productos petroleros o barcas de pesca de las populaciones locales. Las pérdidas económicas son considerables tanto para los estados como para las empresas, y además algunos grupos petroleros occidentales como Shell o Total se retiraron de la región.

Particulares y violentos actores

El MEND (Movimiento para la Emancipación del estrecho de Níger) es uno de los principales grupos piratas que hacen estragos en Nigeria. Se hizo oficialen el marco de la lucha contra las compañías petroleras y el gobierno nigeriano. Pero, aunque exprese reivindicaciones políticas, el MEND parece sobre todo perseguir intereses económicos. Además, no se contenta con atacar a los navíos petroleros sino que saquea regularmente, en la tierra como en el mar, a las populaciones locales que viven con la pesca y la agricultura.

Este tipo de actividad parece multiplicarse desde mediados de los años 2000, acompañado con un recrudecimiento de la violencia. Las tomas de rehenes se distinguen de las que se observaron en el Golfo de Adén por ejemplo. La OMI (Oficina Marítima Internacional) detectó 177 ataques en 2012 y 138 en 2013. Se estima que se declara uno de cada tres ataques. Ahí, las populaciones locales tienen un nivel de vida mucho menos elevado, por lo que los rescates que los piratas esperan obtener son mucho menos importantes que los ingresos que obtienen del mercado negro y los asesinatos son mucho más frecuentes. El caso del Kerala es bastante revelador de este tipo de actividad y contribuyó para alertar a la comunidad internacional. El 18 de enero, una empresa de entrega griega perdió el contacto por radio con uno de sus petroleros, el Kerala, cuando soló estaba a pocos kilómetros del puerto de Luanda, en Angola. Se restablece el contacto con el navío sólo al cabo de una semana cuando se sitúa cerca de las costas nigerianas. Unas 12 000 toneladas de petróleo habrían sido robadas. Su armador confirma entonces que le habían tomado como rehén, práctica corriente por los grupos piratas nigerianos. La desaparición de este navío es según los expertos marítimos una señal del aumento de la piratería; cada vez más presente en el seno del Golfo de Guinea pero también cada vez más extendida en el Sur.

El petrolero Kerala – Créditos John Currin
El petrolero Kerala – Créditos John Currin

¿Qué soluciones y qué límites ante a este problema?

Sin embargo, a éstas les cuesta funcionar en la región. La piratería local ilustra perfectamente el dilema político y jurídico que puede representar este tipo de criminalidad internacional. Según la Convención de las Naciones Unidas de Bahía Montego, es de la responsabilidad de la comunidad internacional intervenir en la lucha contra la piratería. Pero como las actividades de la región se desarrollan la mayoría de las veces en las aguas territoriales de Nigeria, el gobierno se niega a toda intervención que haría tambalear su soberanía.

Sin embargo, los retos económicos empujaron a varios estados de la Unión Europea a proponer su ayuda a las autoridades locales. En 2013, Jean-Marc Ayrault subrayó precisamente la necesidad de que Francia asegurara sus abastecimientos de petróleo en la región. Entonces, el gobierno francés aceptó la presencia de guardias armados en los navíos petroleros, de manera que fueran protegidos mejor, como lo exigen los armadores, y el ejército francés patrulla en las aguas internacionales de la región.

Se vio también la instauración de milicias privadas francesas – como Gallice Security – que cooperan con los estados, prodigando consejos y dirigiendo operaciones específicas en su lucha contra la piratería. Sin embargo, esta presencia produce una vez más problemas de respeto de la soberanía. Hace temer una escalada de la violencia en el seno de las autoridades locales.

Entonces, la solución ideal vendría de las autoridades políticas de la región, pero todavía sufren dificultades para cooperar en esta cuestión. Con este objetivo, los estados de la CEEAC (Comunidad Económica de los Estados de África Central), de la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental) y de los representantes de la ONU se reunieron en la cumbre de Yaundé en 2013. Su objetivo principal fue definir una estrategia regional para contener este fenómeno. En esta ocasión, los estados de la región llamaron a la ayuda internacional, con base en el principio de lo que se hizo en el Golfo de Adén, donde las fuerzas de intervención internacionales tuvieron la oportunidad de recurrir a la fuerza y de poner en común sus operaciones. La OMI (Organización Marítima Internacional) había conseguido reunir a los gobiernos de la región y establecer una acción conjunta, obteniendo así buenos resultados.

Aunque Ban Ki Moon se alegró de este acuerdo y del código de conducta adoptado, exigió en ese entonces más medios y recursos por parte de la comunidad internacional, deseo que los jefes de estado de la región también manifestaron. En cambio, el acuerdo no los obliga a hacerlo. Sin embargo, está destinado a hacerlo porque aunque fueron adoptados principios de acción, así como un memorándum de acuerdo sobre la seguridad y la tranquilidad en la región, se establecieron pocas medidas y los piratas continúan sus actividades.

Así pues,la lucha contra este fenómeno permanece crucial para las autoridades locales así como para los países importadores de gas y de petróleo. Más aún cuando la piratería sigue causando pérdidas económicas importantes para los estados regionales y disuade cada vez más a los grandes grupos petroleros de trabajar en esta zona. Pero esta lucha parece cada vez más relacionada con otras problemáticas como la pobreza de las populaciones locales y la complacencia de las autoridades que invocan otras prioridades y que se niegan a perder sus prerrogativas.

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