Toronto: un Hollywood sin palmeras

Lisa Bernard, traducido por Michaël Arlandis
20 Juin 2015



Los Ángeles y las colinas de Hollywood han sido durante mucho tiempo la única Meca en términos de cine norteamericano. Nueva York, que a menudo sirve de reserva a la vanguardia, está justo después. No obstante, a lo largo de los años y sobre todo por razones económicas, la ciudad de Toronto se ha vuelto un lugar privilegiado para la industria de la película, hasta tener el apodo de “Hollywood del Norte”.


Credito Christine Wagner/Flickr
Credito Christine Wagner/Flickr
En su documentario satírico, que se titula sobriamente Hollywood North y que se estrenó en 2003, Peter O’Brian se burla tranquilamente de los desengaños de dos productores de cine canadienses a fines de los años 70. En este le hace decir a la actriz Jennifer Tilly, con una magnífica voz nasal, frente a una periodista: « Sí, pienso que Toronto se ha claramente convertido en el Hollywood del Norte ». No se estaba equivocando ya que a partir de los años 80, Toronto se forjó una reputación en el sector del cine, principalmente para los estadunidenses, que empezaron a rodar ahí cada vez más películas.

Una competición económica

Las razones que pueden empujar productores fuera de California o de las calles neoyorquinas son ante todo financieras. Como lo explica Adam Nayman, crítico de cine y autor canadiense, “es una manera para las producciones estadunidenses de evitar encontrarse obligadas a tratar con la gente de Hollywood (...), una manera de obtener una mano de obra barata, más ventajosa. (...) Canadá se ha convertido en el lugar donde la gente va por las « financial runaways »”, es decir las fugas económicas.

En este punto, Vancouver, que también podría presentarse como el Hollywood del Norte en vista de todas las películas que se ruedan ahí, tiene dos ventajas. Por una parte, su proximidad con California, que facilita mucho los viajes hasta L.A. Por otra parte, su clima mucho más suave que el de Toronto, donde suele nevar 5 meses al año, entre otros inconvenientes meteorológicos.

No obstante, por su parte, Toronto no va a la zaga. El gobierno provincial de Ontario se implica cada vez más en el sector cinematográfico: la Sociedad de Desarrollo de la Industria de los medias del Ontario y Film Ontario son las principales organizaciones encargadas de atraer los rodajes extranjeros, a través de programas fiscales atractivos, tales como créditos fiscales concedidos sobre los servicios de producción, así como sobre los efectos especiales y la animación. En estos ámbitos, Toronto afirma cada vez más su pericia.

Unos importantes esfuerzos también han sido realizados para hacer de Toronto un líder en términos de infraestructuras, gracias a la construcción de platós de rodaje. El gigante Pinewood Studio, que abrió en 2008, dispone de una superficie de 20.000 metros cuadrados, a solo veinte minutos del centro de la ciudad.

Otra ventaja: la ciudad tiene una arquitectura muy práctica que se puede “disfrazar fácilmente”. Dos o tres falsas señales de tráfico, una atención máxima a los detalles, un poco de humo y Toronto puede fácilmente parecerse a Nueva York, Chicago, o a Boston. 
Además es divertido fijarse un poco en la superchería: la película El indomable Will Hunting, en la que se observa la famosa Universidad americana del MIT, de notoriedad pública y ubicada en Boston, fue por ejemplo realizada en su mayor parte en Toronto, al igual que el thriller American Psycho, protagonizado por Christian Bale, o la muy aclamada Una historia de Violencia, que se ha estrenado en 2005. En materia de películas de superhéroes, se puede añadir a la lista el blockbuster El increíble Hulk, el primer opus de X-men o la comedia de acción Kick-ass. Por último, la mascarada alcanza las cumbres con Chicago que obtuvo el Oscar de la mejor película, en la que podríamos pensar que la ciudad en sí desempeña un papel importante… Sin embargo, fue también realizada en su mayor parte en el suelo canadiense.

Una producción al servicio de los EE.UU

Aunque los Estados Unidos utilizan a Canadá como una zona de influencia exclusiva en materia de cine, no han disminuido las tensiones entre los dos países. Es lo que explica Adam Nayman: “La relación a veces se complica. En los Estados Unidos, la gente se queja de encontrar menos ofertas de empleo, porque algunas películas se realizan ahora aquí en Canadá, donde se teme que nuestra industria sea colonizada por las producciones estadunidenses”. Así pues, se agrega a las fricciones económicas un debate sobre la noción de excepción cultural, y sobre la importancia del cine canadiense.

Es verdad que la convivencia con un vecino tan influyente no siempre es fácil: la competencia parece demasiado fuerte para permitir rivalizar a las producciones canadienses. Los Estados Unidos tienen un territorio y una reserva de audiencia suficientemente amplia para amortizar las películas de gran presupuesto, y así facilitar su exportación. 
Además, ejercen su dominación sobre el mercado gracias a su sistema histórico de estudios, que es único. No existen “grandes estudios” canadienses como las grandes productoras estadunidenses, tales como Sony Pictures o Columbia, que son inmensos conglomerados construidos como bancos de negocios.

La diferencia de modelo económico se puede observar en el tipo de películas producidas: “No hay blockbusters canadienses… un blockbuster en Canadá será más bien una película de arte, producida de manera independiente y que tendrá éxito de taquilla, que una película que tendría un presupuesto y una ejecución a gran escala- analiza Adam Nayman.- Los realizadores que entrevisté a lo largo de los años siempre hacen la misma broma: cualquier película canadiense siempre es una película independiente.” 
Al parecer condenado a quedarse bajo la sombra de los Estados Unidos, el cine canadiense está acusado de falta de exotismo. Para el público, las películas no difieren suficientemente de las producciones estadounidenses, a excepción de algunas obras de realizadores emblemáticos como Cronenberg. Para él, la diferencia se sitúa más bien en sus presupuestos, mucho más ajustados.

Un estilo auténtico

¿Qué le falta a Canadá para imponerse en la escena del cine internacional? 
Probablemente una real ambición artística, y la voluntad de promover el cine independiente. Toronto contribuye mucho, especialmente gracias al TIFF, el Toronto International Film Festival. No se trata de un evento competitivo con palmarés sino más bien con premios recompensando cada año las mejores producciones internacionales. Por razones estratégicas, tiene lugar después de los grandes festivales europeos, en septiembre. Una fecha que le permite recuperar en preestreno todas las películas que no habían sido terminadas a tiempo, es decir antes de la fiebre estival. De hecho, desde su creación en los años 70, el TIFF propone una programación de gran calidad y no deja de atraer a estrellas, productores y distribuidores, así como a un público cada vez más numeroso.

No se debe olvidar que en materia de películas de autores, Toronto tiene también su historia propia: ya existía en los años 80 un movimiento de jóvenes cineastas independientes, la Toronto New Wave, formada al principio por ilustres desconocidos como Atom Egoyan, Bruce McDonald, Patricia Rozema, Clement Virgo o John Greyson. Dicho movimiento revolucionó la imagen del cine canadiense.

No obstante, desde hace unos años, según algunas críticas, estaríamos asistiendo a la emergencia de un renacimiento creativo. La Toronto New Wave reúne a cineastas que disponen de muy pequeños presupuestos para contar historias intimistas, dentro de decorados discretos. No dudan en recurrir al financiamiento participativo, reuniendo a menudo el mismo casting de actores y amigos. Estas producciones integran la cultura “Do it yourself”. Reflejan la imaginación de una generación numérica a quien no le faltan recursos. Entre estos artistas con mucha fama, se encuentra un nombre famoso: el de Brandon Cronenberg, hijo de David. No cabe duda: el relevo está asegurado.

Los últimos años lo habrán mostrado: Toronto seguirá estando en boca de todos en la pantalla grande. En la película ahora culta Scott Pilgrim contra el mundo, que se ha estrenado en 2010, se puede ver al personaje del actor Michael Cera acudir a varios lugares emblemáticos de la ciudad, como el castillo Casa Loma, la calle Carlton o el barrio Cabbage Town. Último guiño de esta película 100% canadiense: cuando el malo Lucas Lee, en plena batalla sobre un estudio de rodaje, tira a Scott a través de un segundo plano supuestamente representa a Nueva York, la tela se desgarra para hacer aparecer… la Torre CN, símbolo de la metrópolis de Ontario. Sutil manera de decir que ha llegado el tiempo de dejar de esconderse: Toronto es realmente una ciudad de cine.

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